CAPÍTULO 27

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—¿Qué haces acá? Esta es propiedad privada.

Ana se dio vuelta, aún con náuseas, para encontrarse con la figura de un muchacho con expresión tosca.

—No sé si me escuchaste, esta es propiedad privada —reiteró levantando un poco más la voz.

Ana se levantó del suelo y horrorizada salió de allí dándole la espalda a quien le advirtió.

—¡Ey! —Se acercó a ella—, ¿qué hacías ahí adentro?

—¿Qué ocurrió con esta casa?, ¿y con la mujer que vivía en ella?

—¿De qué estás hablando?

—Acá vivía una mujer de cabello blanco, de mediana estatura y edad avanzada de eso estoy segura —respondió tratando de evitar el detalle de la aparición.

—Mi abuela vivía acá.

—¿Tu abuela?

—¿Cómo y cuándo la conociste?

"Hace un día en el almacén" pensó Ana— ehhhh... —titubeó— hace un tiempo.

—Lleva casi tres años de muerta —Como vio que Ana seguía parada frente a él sin emitir sonido, decidió continuar— El cáncer la venció.

—Lo siento mucho, no recuerdo su nombre.

—Andrea... ¿querés ir a tomar un café y charlamos? Aún no sé qué te une a ella.

—ehhh... —Fue su respuesta, no estaba segura de volver a confiar en extraños.

Ambos tomaron un café doble, ninguno pidió nada para acompañarlo, una corta introducción bastó para saber que aquel hombre quien buscaba ahuyentarla de la casa de su abuela, se llamaba Juan.

—Soy más del mate —aseguró.

—Yo también —rio Ana.

—Así que tuviste la oportunidad de conocer a mi abuela.

—Sí, probé su tarta de ciruelas, "con la cual fui a parar al hospital" —Esa última parte solo la pensó.

—Fue una buena persona, ¿sabés? No creas todo lo que dicen.

—Explicate, por favor.

—Hablo de los rumores.

—¿Qué rumores?

—Los del colegio.

Ana se llevó la mano al pecho, pues su corazón empezó a latir fuertemente

—Te referís a Torres de marfil, ¿no?

—Ese maldito colegio acabó enfermándola.

—Yo estoy trabajando allá.

Juan la miró fijo un instante— ¿Qué esperas para irte?

—¿Qué ocurre en ese colegio? —Ana dejó a un lado su café—. Contame Juan, ¿tu abuela trabajaba ahí?

—Sí —tomó un sorbo de café—. Se encargaba de cuidar a las chicas, era como su niñera personal —rio entre dientes.

Ana notó que aquel joven de aproximadamente treinta años, tenía una sonrisa encantadora.

—¿Y qué pasó con ella?

—Dejó de trabajar cuando asumió la nueva directora, una flaca alta con cara de arpía.

—¿Una tal María Beatriz? —preguntó.

—Esa misma.

Ana se percató de que se estaba haciendo de noche.

—Está oscureciendo y tengo que irme, pero mañana volveré para cumplir mi turno en el colegio, seguro vuelva a verte.

—Podés encontrarme en el taller, soy mecánico —Juan se acercó al rostro de Ana para saludarla y casi susurrando le dijo al oído...

—Rosa López, ese es el nombre de la persona que tenés que buscar.

LA DESAPARICIÓN DE VERÓNICA WARRENWhere stories live. Discover now