CAPÍTULO 30

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   Ana no le perdía pisada a aquella colegiala, mientras corría, su corazón palpitaba rápidamente y su respiración se aceleraba. La joven era más veloz que Ana, quien no apartaba la vista de su cabellera rubia que parecía danzar al compás del viento.

La aceleración de aquella escena, no le permitía dar un paso en falso, por lo tanto, esquivaba ramas y piedras que yacían en el sendero, no obstante, no fue capaz de sortear un pequeño obstáculo, un absurdo dentro de los absurdos, el cordón desatado de su zapatilla la obligó a caer al suelo de boca, partiéndose el labio al tocar el césped. Haciendo caso omiso a la desgraciada situación y restándole importancia a la sangre que salía de su boca a raudales, Ana levantó la vista para percatarse de que la joven, a quien venía siguiendo, había desaparecido, seguramente ya se había alejado lo suficiente de allí. "Todo fue en vano", pensaba, al mismo tiempo en el que se tomaba la cara lastimada, se metió los dedos en la boca para comprobar que no le faltase ningún diente, y, en aquella dolorosa escena, escuchó un ruido, eran pisadas cercanas a donde ella se encontraba, optó por esconderse tras un árbol y espiar el panorama desde allí: fue capaz de ver a un hombre robusto vestido con camiseta gris, llevando un bulto en su hombro derecho, algo envuelto en una gran bolsa negra, "¿es eso un cadáver?" Pensó Ana mientras se apretaba los labios para que dejasen de sangrar. Decidió acercarse un poco más, pues no pretendía que aquel hombre se alejase como lo hizo la joven rubia, así que, despacio, muy lentamente, casi en cámara lenta, salió de su escondite y siguió los pasos del desconocido, quien se internaba cada vez más dentro del bosque.

La persecución terminó, Ana había llegado hasta una cabaña pequeña, hasta allí la había conducido aquel extraño quien ingresó llevando consigo su carga. Era evidente que no dejaría todo como estaba, que no iba a renunciar, que, pese a que a esas horas debería estar en la escuela cumpliendo su turno, la intriga era más fuerte, ni siquiera el constante sangrado bucal iba a detenerla, así que salió de su escondite y se acercó lo más que pudo hasta llegar a la ventana de la cabaña, donde observó que aquel hombre se encontraba sentado en un sillón. Frente a él, Ana observó distintos rifles colgados en forma de trofeo y un hacha haciendo juego con la colección. Su mirada estaba buscando el bulto con forma humana, a lo que ella atribuyó ser un cuerpo envuelto en una bolsa negra. De repente, su teléfono sonó anunciando una llamada entrante, desesperadamente, lo sacó de su bolsillo e intentó apagarlo. Una vez que lo logró, volvió la vista hacia la ventana para notar con pavor, que el extraño ya no estaba sentado en el sillón y que, uno de los rifles había desaparecido. De inmediato lo supo, debía huir cuanto antes del bosque.

Apenas le quedaba aire para continuar corriendo, debía detenerse y tomarse un respiro, pero al hacerlo, una bala impactó cerca del árbol donde se encontraba apoyada descansando, horrorizada, siguió su huida contra el peligro, esta vez con más velocidad y temor que antes. Otro disparo pasó cerca de donde estaba, "¡¿Qué le pasa a este tipo?!" Pensaba mientras corría, ¿acaso no se daba cuenta de que le estaba disparando a un ser humano?

Su curiosidad podría matarla y empezó a lamentarse de no encontrarse trabajando en ese momento.

Siguió corriendo con la garganta seca hasta que, por fin, vio la cúpula del colegio Torres de marfil.

LA DESAPARICIÓN DE VERÓNICA WARRENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora