CAPÍTULO 31

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    Ana llegó totalmente agitada, sudorosa, despeinada, con la respiración a mil por hora y el corazón galopando, cerró de un golpe la puerta del colegio y corrió hasta el pasillo, donde su compañera, la otra auxiliar, se encontraba barriendo. Al verla en tremendas condiciones, tiró la escoba y con ella la pala, cuyo contenido se vertió en el suelo dejándolo como antes de ser prolijamente barrido.

—Ay nena, ¿qué te pasó? —preguntó al borde del colapso.

Al notar que Ana apenas podía hablar, decidió arrimarle una silla para que pudiera descansar de su agitación y condujo rápidamente sus pasos a la cocina, donde vertió agua en un recipiente para lavar la herida de aquella que continuaba respirando con dificultad. Cecilia lavó con cuidado el corte que presentaba su compañera y le sugirió que continuara apretándose el labio con el trapo para detener el sangrado.

—¡Casi me matan! —Unas lágrimas salieron a raudales.

Cecilia soltó la escoba y la miró entre angustiada y confundida.

—Casi me matan, hay un loco... —Ana tomó aire—, hay un loco con un rifle... llevaba un cuerpo...

—¿De qué estás hablando? ¿Un loco? ¿Dónde?

—En el bosque.

—¿Pero acaso no aprendés nunca?, ¿qué se supone que estabas haciendo sola en el bosque? —Indagó con violencia— Seguí haciendo presión que tengo que volver a barrer esta zona.

Ana quedó mirándola con confusión ¿Por qué causa se habrá alterado tanto? ¿Acaso ellas sabían algo de lo que ocurría en las profundidades del bosque? Lo que sí aseguraba era que no se quedaría de brazos cruzados, Verónica Warren podía esperar, las vicisitudes recientes eran más misteriosas que su desaparición ¿Quién es el hombre del bosque?, ¿y qué ocultan allí? Además, debía resolver aquellas recurrentes presencias paranormales ¿Por qué esa jovencita rubia la persigue? ¿Acaso es la misma que cruza la carretera?

  Ana abandonó la escoba y decidió subir las escaleras, presurosa, pero antes, tomó el teléfono para saber quién le había mandado aquel mensaje que casi la mata.

Hola Anita, llegué hace dos días de mis vacaciones, perdón por no contestar antes, es que estaba sin señal. Llamame cuando quieras.

"Natalia" dijo para sus adentros, recordó, de pronto, que hacía unos días, ella le había escrito un mensaje con el fin de contarle todo lo que le estaba pasando, pues Natalia era su mejor amiga en el mundo, y no confiaba en nadie más que en ella. Resolvió esperar un poco y le contestó que esa misma noche la llamaría.

  Subió las escaleras, presurosa, y se dirigió al primer cuarto que encontró, golpeó tres veces, pero nadie contestó a sus llamados, por lo tanto, ingresó. Tuvo que prender la luz, para visualizar mejor el panorama nuevo que se le presentaba, fue hacerlo y encontrar a la joven rubia atada a la cama con sus muñecas ensangrentadas de tanto jalar para soltarse. De un golpe, Ana cerró la puerta y se llevó la mano al pecho para evitar que su corazón saliera de allí.

  Una mano en su hombro la obligó a darse vuelta, rápidamente y, con una expresión del más absoluto horror, notar con alivio, que la jovencita de piel de porcelana estaba a su lado.

—Soy yo Eva, Isabella.

Ana la abrazó con fuerza y aquel abrazo fue correspondido con la misma intensidad.
—¿Qué te pasa? ¿Por qué estás asustada?

—Estoy viendo cosas Isabella, cosas extrañas, una constante presencia se apoderó de mí —Ante la mirada dubitativa de la joven, Ana decidió seguir, pues era hora de que contase todo— Fue ingresar a este cuarto y ver un...

—¿Un espíritu? —preguntó inquieta.

—No lo sé.

—Tranquila Eva —La delicada joven apoyó una mano en su hombro—, en este cuarto no hay nada, vení conmigo.

Isabella tomó la mano temblorosa de Ana y la guio hacia el interior del cuarto, se trataba de una habitación, una simple habitación, con una cama, una mesa de luz, un ropero, una ventana cerrada y nada más.

Más aliviada, le agradeció a Isabella su apoyo.

—¿Este es tu cuarto?

—No.

—¿Quién duerme acá?

—Actualmente nadie.

—Ah —respondió confundida— ¿y tenés alguna idea de quién dormía acá?
—Sí —respondió con frialdad, se acercó al oído de Ana y le susurró—Verónica Warren.

LA DESAPARICIÓN DE VERÓNICA WARRENWhere stories live. Discover now