CAPÍTULO 28

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    Una vez en su casa, Ana daba vueltas, pues no encontraba el sueño, ¿quién sería aquella anciana? ¿Qué la unía al colegio Torres de marfil? ¿Por qué el pueblo inventaría rumores acerca de ella? ¿Quién es Rosa López?... Lo más extraño de todas aquellas cuestiones sin respuesta, era la presencia de la abuela de quien le pasó el dato, si llevaba más de dos años fallecida, ¿cómo era posible que haya podido interactuar con ella? Se limitó a creer que nada de eso había pasado, que solo fue un sueño, una premonición, una pesadilla, una aparición, lo que sea, llámese una obra de su imaginación, un juego de su mente. No era aconsejable pensar en fantasmas a la noche estando sola en su casa, por lo tanto, optó por creer alguna de aquellas posibilidades. Cada suceso que le tocó transitar no era fácil de explicar, excedía todos los límites de la realidad, dejándola sumida en una profunda incertidumbre, en un pavoroso malestar, en un sinsentido, en un terror inexplicable.

Para matar el tiempo decidió seguir con la novela, abrió la computadora, y, para su sorpresa, descubrió que el archivo que contenía la novela no estaba, ¡había desaparecido! Buscó nuevamente y no lo encontraba, sin embargo, no entró en pánico, debido a que recordaba haberlo guardado, de eso estaba segura, sin embargo, no lo hallaba en Word, pensó en que quizá, lo habría guardado con otro nombre. Después de varios intentos, pensó en la posibilidad de que, por un descuido, haya borrado el archivo ¿Y ahora? ¿Cómo hacer para reproducir quince capítulos extensos? Las palabras habían surgido limpias, ordenadas, cautivantes, precisas, nítidas, sencillamente perfectas; no cabía la posibilidad de volver a empezar, de repetir la misma prosa, solo restaba tranquilizarse e intentar dormir un poco, era probable que lo haya guardado bajo otro nombre y que la ansiedad, la falta de sueño y el desenfreno de lo acontecido le estuvieran jugando una mala pasada, por lo tanto, con un dejo de frustración y estrés mental, apagó la computadora y se dirigió a su cuarto.

Ni bien abrió la puerta, se encontró con un bulto en su cama, lo cual la obligó a cerrarla de un golpe. Agitada, se tomaba la cabeza, pues alguien estaba durmiendo en su cama, ¿qué clase de nueva locura es esta? Esa noche no quiso dormir en su cuarto, ni siquiera quiso quedarse en su departamento, así que, tomó coraje, y en pijama se dirigió a la casa de Lucía.

LA DESAPARICIÓN DE VERÓNICA WARRENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora