CAPÍTULO 81

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   A pesar de la tardanza y de la cita casi trunca, Ana y su jefe pasaron sentados toda la tarde charlando e investigando. Joaquín Morales era un periodista de carrera y corazón, desde pequeño se había interesado por la investigación y el peritaje, y soñaba con ser detective privado como Columbo, sería por esa razón que a donde iba lo acompañaba su inseparable gabardina. Si bien la vida lo había dotado con un alto poder adquisitivo, una linda y vasta familia, un empleo soñado, Joaquín se había convertido en la mano derecha de su jefe rápidamente y con facilidad, pues no había nadie más apto y eficiente en la editorial; de escribir columnas policiales, había pasado a ser el segundo al mando y, tras el anunciado deceso de Carlos, su superior, Joaquín había heredado la editorial convirtiéndose en el nuevo jefe, su carácter cálido y cooperativo les había permitido a sus empleados trabajar en un clima ameno y próspero.

—Es fascinante lo que me estás contando, Ana y no encuentro máxima inspiración que un misterio sin resolver —Joaquín tecleaba con avidez—. Por cierto, ¿cómo vas con la novela?

—Mejor de lo que pensaba —mintió.

—Mirá —apuntó al fin—, acá encontré el artículo entero.


MISTERIO EN EL COLEGIO TORRES DE MARFIL

El colegio Torres de marfil, ubicado en las afueras de la ciudad, atraviesa momentos difíciles, pues una de sus internas, Verónica Warren de quince años, ha desaparecido el día 7 de abril sin dejar rastros. La policía se encuentra investigando la causa y se realizarán distintos allanamientos y peritajes alrededor de la zona. Por el momento, no hay testigos que aporten material fehaciente a la causa. Las autoridades de la institución niegan que la joven se haya escapado, ya que, hasta el momento de su desaparición, no había manifestado deseos de marcharse.

El detective Manuel Olivera es quien lleva adelante la causa, pero hasta el momento se ha negado a hablar con la prensa. 


—Tenemos un nombre, Anita.

—Detective Manuel Olivera —Leyó en voz alta— ¿Y por qué el periódico jamás salió a la luz?

—Eso no lo sé, la fecha es de antes que yo fuera jefe.

—Pero trabajabas acá.

—Sí, por supuesto. Me parece que hay gato encerrado, querida, dejame ayudarte.

—¿Cómo? —Ana anhelaba mantener a todo el que quisiera inmiscuirse, alejado.

—Dejame contactar a ese tal Olivera.


  Ana regresó a su hogar atando cabos sueltos, intentando hilar aquel misterioso tejido que se encontraba cada vez más enredado. Pensaba en este tal Manuel Olivera, por qué causa habría abandonado el caso, ¿acaso lo habrían cerrado y rotulado como un caso sin resolver? También se preguntaba por Joaquín, supuestamente él no sabía nada acerca del periódico que nunca vio la luz, pero alguien había cortado ese artículo adrede, si no había sido él, había sido el antiguo dueño de la editorial, pero nada podía hacerse, pues ya llevaba años de fallecido. De repente, un mensaje desvió su atención, se trataba de Juan, quien la invitaba al taller, puesto que trabajaba hasta tarde y tenía interés en verla... interés, hacía tiempo que nadie lo mostraba en ella después de Víctor, afortunadamente, había aparecido Juan y ella se había dejado encontrar, la dama de hielo se había derretido, al fin.

Pensó en aprovechar la tarde y, además de visitarlo, iría a buscar pistas junto con el jardinero y, quizá, si el tiempo alcanzaba, trataría de llamar la atención de Isabella, había mucho por hacer, por lo tanto, tomó su bolso y partió rumbo al internado.

  Condujo casi despreocupada, tenía la corazonada de que conseguiría lo que tanto buscaba para acercarse a la verdad. De pronto, desvió la mirada hacia su bolso, había sentido vibrar su celular, y casi de imprevisto, unas gotas repentinas golpeaban, ya con fuerza, la ventana de su auto, encontró su teléfono, pero, ni bien notó que el reloj marcaba las 14:30, susurró casi en voz alta "Verónica", levantó la vista y la vio, mucho más cerca que de costumbre, tan cerca que parecía traspasar el auto, tan cerca que la obligó a pisar el freno, tan cerca que la frenada le produjo un latigazo en las cervicales, nublándole por completo la vista e incitándola a permanecer con los ojos cerrados, apoyada en el asiento, con la cabeza inclinada hacia atrás.  

LA DESAPARICIÓN DE VERÓNICA WARRENWhere stories live. Discover now