XXV.

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XXV.

Estaba oscureciendo cuando finalmente llegamos a Columbus, tenía los nervios a flor de piel y juro que Finn podía escuchar el castañeo de mis dientes desde el asiento del conductor, pero que decidió ignorarlo. Condujo por las diferente calles, intentando encontrar aquella en la cual vivía mi madre y cuando paró frente a una casa enorme en los barrios más ricos de la ciudad, me estremecí. Iba a ver a mi madre después de tanto tiempo.

Permanecí en el asiento de copiloto mientras Finn se bajaba del coche y caminaba hasta mi lado, abriendo la puerta de mi asiento, le miré mientras me mordía el labio indecisa y extendió su mano, como señal de apoyo. La tomé y terminé por salir del coche, Finn echó el seguro y caminamos a través del césped que había en el patio hasta llegar a la puerta.

Finn me miró una última vez antes de pulsar el timbre con su mano libre, pues tenía la otra sosteniendo la mía aún. A los pocos segundos una mujer regordeta y con uniforme nos abrió la puerta, sonriendo de manera gentil.

—¿En qué puedo ayudarles?—Cuestionó educadamente.

—Estamos buscando a Anne Larrington.—Indiqué y la mujer sonrió con suavemente de nuevo.

—A la señora Gates.

—¿Señora Gat...?—Comencé a formular cuando fui interrumpida por una dulce v que llevaba años sin oír.

—¿Claire, quién es?—Mi madre apareció frente a Finn y a mí, después de tantos años y luciendo incluso más joven que la última vez que la vi.

—¿Skylar?—Abrió los ojos de sobremanera al verme.

—Hola.—Fue lo único que pude formular en respuesta y mi madre tragó mientras nos observaba. Se acercó a mí y me abrazó fuertemente, y tardé unos cuantos de segundos en corresponderle pues no sabía si de verdad lo merecía.

—Pasad.—Se separó de mí y caminó nuevamente dentro de la casa, queriendo que la siguiésemos. Finn, que había soltado mi mano justo en el momento que mi madre se abalanzó sobre mí, puso una mano en mi cintura guiándome al interior de la mansión.—¿Queréis algo de comer?—¿Habían pasado años desde la última vez que nos vimos y lo único que se le ocurría decirme era que si quería algo de comer?

—No.—Respondí por ambos, mi estómago se encontraba totalmente cerrado en esos momentos.

—¿Qué hacéis aquí?—Preguntó y pestañeé varias veces antes de, incluso, pensar en la respuesta que iba a darle.

—Encontré tu dirección en el despacho de mi padre y...

—¿Tu padre sabe que estáis aquí?—Finn negó y los ojos de mi madre fueron a sus manos posadas en sus rodillas.

—¿Señora Gates?—Cuestioné y las mejillas de mi madre se tiñeron de rojo a la vez que levantaba su cara hacia mí, para después elevar su mano y mostrarme un anillo que se encontraba en su dedo índice. Tragué saliva, casi sin saber como asimilar la situación. Mi madre estaba casada con otro hombre.

—¿Desde hace cuanto?

—Un largo tiempo...

—Detalla.

—¡Mamá!—Escuché una voz aniñada desde fuera del salón y entonces, un niño que debía tener dos años, apareció en el salón, caminando hacia mi madre.

-Leo, ve a buscar a papá, ¿está bien? Mamá tiene cosas que hacer.—Y por alguna razón, olvidé como respirar. Finn posó su mano en mi rodilla, queriendo reconfortarme mientras me miraba con preocupación, pero yo necesitaba más que eso.

—¿Mamá?—Las palabras quemaron mi garganta cuando las formulé, y mi madre me miró con una expresión triste, asintiendo.

—Pero mamá...—El pequeño, medio hermano, insistió.

—Leo, vas a quedarte sin jugar si no obedeces a mamá.—El tal Leo, tras observarnos a Finn y a mí durante unos segundos, abandonó la habitación.

—¿Qué se supone qué estás haciendo?—Quise saber y me miró con confusión.—¿Estás jugando a la vida perfecta? Te casas con un hombre rico, tienes otro hijo y te olvidas de lo que solía ser la cosa mas importante de tu vida.

—Sigues siendo importante para mí, Skylar, yo...

—¿Por eso volviste a por mí?—Escupí aquellas palabras.—¿Pensaste siquiera alguna vez en mí, en tu promesa de llevarme contigo? Dijiste que necesitabas tiempo, no comenzar una vida totalmente distinta, Dios, no sabía que eras tan infeliz con nosotros.

—Tyler apareció en mi vida y las cosas cambiaron, Skylar, todo...

—¿Te estás escuchando?—Me puse de pie, casi desesperada ante lo irreal que aquello estaba siendo para mí.—¡Me abandonaste como si fuese un juguete viejo y pensabas que podrías compensar tu ausencia con estúpidos regalos que pagabas con el dinero de tu estúpido marido! ¡No volviste a por mí, estuve esperándote meses, años! ¡Seguía haciéndolo antes de venir aquí pero tú estabas demasiado ocupada en vivir en tu mundo fantasía como para acordarte de mí!

—Skylar, te quiero.—Fue todo lo que dijo, no objetando nada al respecto sobre lo que acababa de decir y tiré de mi pelo hacia atrás.

—¡Y una mierda!—Vulgarmente respondí, y pude observar como Finn se ponía de pie junto a mí.—Tú no eres una madre, las madres no abandonan ni desprecian a sus hijos de la manera que tú lo has hecho conmigo.

—No puedes decirme esto...

—¿Sabes qué? Quédate con todo esto.—Extendí los brazos, refiriéndome a su mansión como a su fabulosa vida.—En el fondo, papá va a tener razón, podemos seguir adelante sin ti en nuestras vidas, has dejado de ser imprescindible, mamá.Y salí del salón, caminando hasta la puerta para ir casi corriendo al coche de Finn.

—Sky, ¿estás b...?—Comenzó a preguntar y señalé la puerta del coche.

—Ábrelo.—Ordené, no queriendo pasar más tiempo allí pues sabía que iba a derrumbarme. Finn abrió el coche y monté rápidamente, al igual que él lo hizo, y cuando arrancó este, observé como mi madre salía de su lujosa mansión, mirando a nuestro coche alejarse con angustia.

(...)

—Deberíamos ir a comer algo.—Mencionó Finn después de dar un par de vueltas por la ciudad mientras yo, encogida en mi asiento con las rodillas en mi pecho, miraba por la ventana, pensando en todo lo que acababa de pasar e intetando no romperme en pedazos.

—No tengo hambre.—Fue todo lo que dije y a los pocos minutos, Finn paró frente a un restaurante de comida rápida.

—Vamos, en serio, necesitamos comer.—Le miré con mis ojos azules y pude ver como quitaba su cinturón de seguridad y volvía a posar su mano sobre mi rodilla, moviendo el pulgar sobre esta zona.—Todo va a estar bien, no la necesitas, Sky.

—Ella... Ella no volvió a por mí, Finn, ni siquiera tenía pensamiento de hacerlo.—Mencioné casi quebrándome.—¿Cómo olvidas a un hijo de esa manera? ¿Cómo una madre puede abandonar así a su familia?—Y fue todo lo que necesité para, tras formular la frase, romper en llanto ante Finn. Odiaba llorar frente a la gente, pero en ese momento no me importó que los sollozos saliesen de mis labios frente a él.

Sentí los dedos de mi mejor amigo en mis mejillas, limpiando las lágrimas que no cesaban y se acercó un poco más a mí.

—Todo va a estar bien, Sky, te lo prometo. Solo... No llores, no soporto verte llorar.—Confesó mientras me miraba con tristeza, mordí mi labio interior, queriendo cesar el llanto y observé como Finn acortó la distancia.

—Finn...—Pronuncié, advirtiendo de donde aquello podía llevarnos si seguía así, pero como siempre, Finn hizo lo que no debía, pues en los siguientes segundos, sus labios estaban sobre los míos.

Amén.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora