I.

27.5K 1.2K 60
                                    

                             I.

No, dime que no lo hiciste. —Reí sujetando mi tripa mientras me inclinaba hacia atrás en el balancín.

—Lo hice, mi padre no piensa dejarme el tractor nunca más y me obliga a atender los recados de la señora Flecher durante un mes por destrozarle el gallinero y bueno... Al gallo.

—Obviamente está en lo cierto, tu castigo debería ser peor.

—¿Bromeas? La señora Flecher es una arpía sin corazón.

—Oh, te cansará demasiado, pobre Finn —me burlé de él y me empujó suavemente, impulsándome hacia atrás.

—Sky, me acosté con su hija para, seguido, no querer saber de ella, hablo en serio cuando te digo que va a convertir mi vida en un infierno —dijo y realicé una mueca ante sus constantes relaciones sexuales con la mayoría de mujeres del pueblo, aunque no hubiese tantas.

—Sobrevivirás.

—Reza por mi alma esta tarde —se mofó de mis actos religiosos y mi rutina de asistir a todas las misas que mi padre daba.

—Para con eso, Finn. —Rodé los ojos.

—Oh, vamos, Sky, sabes que aceptas eso porque es la vida que tu padre te ha inculcado, pero no es la vida que quieres, ni siquiera sé porque llevas ese estúpido anillo de castidad —masculló mientras cogía mi mano, observando la joya que se sostenía en mi dedo índice con desagrado.

—No digas tonterías.

—No intentes esa mierda conmigo, Skylar.

—No me llames así —reproché alejando mi mano de entre las suyas.

—Y tú no cambies de maldito tema, tu padre te tiene absorta.

—Eso no es cierto, tengo libertad para hacer lo que quiera. —Finn rió sarcásticamente.

—Si eso es cierto, ven conmigo esta noche a una fiesta.

—¿Qué? No.

—¿Por qué no? —Mordí mi labio sin ni siquiera saberlo.

—Pues...

—Oh, la santa Skylar no tiene permitido salir por la noche sin la supervisión de un adulto, podría ir al infierno por tener un poco de diversión —se burló adoptando una voz más débil.

—Puedo hacer lo que quiera.

—Ven conmigo, entonces.

Lo haré.

                            (...)


—Papá, quería preguntarte algo —cuestioné cuando nos hubimos sentado en la mesa al mediodía.

—¿Qué pasa? —quiso saber y mordió el pan de ajo que había preparado.

—Esta noche hay una fiesta y Finn...

—No.

—Pero ni siquiera me has dejado terminar —inquirí dejando el tenedor sobre el plato mientras mi padre seguía ocupado en partir la chuleta del suyo.

—Termina.

—Finn me ha dicho que si quiero ir, volveré pronto, lo prometo, solo serán un par de horas.

—Mi respuesta sigue siendo no.

—Pero mañana es sábado, papá, el verano acaba de empezar y yo solo he estado encerrada en casa.

Amén.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora