Laura

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El calor estaba soportable en la única cafetería que tenía Rincón Quemado, pero la humedad ambiente hacia que la transpiración pegara la delicada blusa beige en la espalda y pecho de Laura. Estaba sentada en una las mesas interiores del local, al lado de un ventanal que permitía mirar hacia la plaza principal, los ventiladores de la cafetería hacían lo posible por empujar el vaho de calor hacia afuera, pero sin mucho éxito. Laura bufó un poco, no entendía como las personas podían vivir tan serenamente en un lugar como ese, ya estaba por anochecer y sin embargo era sofocante. Miró en su teléfono celular, ya habían pasado más de quince minutos de la hora acordada con Sofía. El local estaba concurrido, habían varias familias, parejas y grupos de amigos, entre éstos últimos destacaban unos cinco muchachos de entre dieciocho y veinte que reían bebiendo copiosamente cerveza fresca, de vez en cuando callaban y cuchicheaban mirando hacia su mesa. Laura ya podía imaginar las historias que se harían esos cerebros llenos de hormonas y aburrimiento, no sería extraño que alguno se acercara con intenciones de conquista. No estaban mal, pero no estaba ahí por diversión. Hacía una semana que no podía dormir bien, desde el accidente del camión para ser más precisos. Se sentía desorientada en extremo, permanentemente aturdida, era como si su cerebro le gritara que recordara algo que no sabía. Su intuición le decía que Cacho Esquina tenía algo que ver, pero la lógica de su disciplinada mente le impedía aceptar eso. Por eso había llamado a Sofía, era la única persona con la que medianamente había encontrado una conexión cercana a la amistad después del accidente, y no pertenecía al ingenio. En los días siguientes al siniestro habían conversado regularmente por mensajes y a Laura no le había parecido una mala chica. Tal vez al principio le cayeron mal sus modales y actitud de superioridad, pero después pudo ver que era una mujer joven con muchas inquietudes e inseguridades igual que ella. Eran de evidentes extractos sociales distintos, Sofía se notaba una mujer de sociedad y mundo completamente en disonancia con su realidad actual, y Laura era una mujer que había luchado con uñas y dientes por todo lo que tenía. Pero en ese mundillo que era Rincón Quemado, con sus miserias humanas y costumbres retrógradas, ellas dos eran más similares de lo que hubieran pensado.

De repente se levantó un murmullo de sorpresa y lascivia entre los hombres presentes, fue casi palpable y nada disimulado. Laura levantó la vista y observó a Sofía entrar por la puerta de la cafetería, le hizo señas para que se acercara. La policía no llevaba de uniforme porque no estaba en servicio ese día, y había elegido un vestido enterizo color rojo muy ligero, la falda llegaba a la mitad de los muslos y el entallado de la prenda destacada sus caderas y pechos, acompañaba con unas sandalias de taco alto del mismo color y una delicada cartera negra con remaches en oro. Sofía la divisó y le hizo un ademán amistoso con una sonrisa, se acercó caminando a pasos largos pero seguros, mientras los murmullos continuaban y algún que otro comentario por lo bajo del estilo: "qué hembra", "yegua", "que pedazo de p...", y por el estilo. A Laura no le agradaba vestir de esa forma tan provocativa en el pueblo, si hubiera sido en algún pub o restaurante de la capital no sería problema, pero en Rincón Quemado era una invitación al desastre. Que aparentemente a Sofía no le importaba, o tal vez disfrutara con toda la atención. La policía llegó a la mesa y se sentó en la silla opuesta a Laura, cruzando con mucha elegancia sus torneadas piernas.

—Perdón, flaca. Me costó un triunfo planchar el vestido —dijo con una sonrisa divertida. Laura sonrió con cortesía, comprendió que la policía probablemente no tenía mucha práctica planchando ropa.

—Está bien ¿Qué tomamos?

—Lo que quieras pero que sea fresco —respondió con un bufido la policía.

—¡Mozo! —llamó la ingeniera levantando una mano. Un joven delgado y con la cara picada de acné se acercó presto con una sonrisa deleitada. Laura pidió cerveza fresca para ambas.

Tapao (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora