El hijo

24 7 15
                                    

Cacho no sabía qué decir. Era una novedad para él. No se esperaba la historia que Laura acababa de contarle. Estaban los dos sentados en un café, hacía solo un día que le habían dado el alta médica a él; ella había salido hacía una semana. Desde ese momento los contactos fueron por mensajes telefónicos, pero muy esporádicos. Cacho notó que ella lo estaba evitando, nunca imaginó lo que pasaba. Pero ahora entendía, con bastante horror, la causa del alejamiento.

Hacia un minuto que Laura había dejado de hablar. En ese momento revolvía con desgano la cucharilla en el pocillo de café, evitando mirar a Cacho. Él solo atinó a prender un cigarrillo con manos temblorosas, la mirada perdida observando el tránsito peatonal a través de la ventana. Hizo tres caladas seguidas antes de hablar.

—Tenemos que estar seguros. No podemos quedarnos con la versión de esa vieja hija de puta.

—Pienso lo mismo, pero... ¿y si somos en realidad...? —dejó la última palabra colgando en el aire, no quería ni pronunciarla.

—No sé. Lo único que se me viene a la cabeza es matarme.

—No digás pelotudeces, por favor —lo amonestó Laura, bastante tenía ya con el asunto. Pero, muy a su disgusto, ella también lo había pensado. Solo que había tenido más tiempo que Cacho para asimilar la idea. Le daba asco pensar o recordar el momento más bonito de su vida adulta.

—Yo... tenía tantas cosas para decirte. Y ahora todo se fue a la mierda ¿Cómo querés que me sienta? —dijo Cacho, cerrando los puños con impotencia.

—¡Yo tampoco estoy bien, Cacho! Sé lo que te pasa, los dos estamos atravesando lo mismo.

—Si solo pudiera recordar mi infancia, te podría haber reconocido y entonces...

—¿Entonces qué? Tampoco sabías, no tenías forma de conocer la verdad... o lo que la puta de Leonor dice que es verdad.

Los dos se quedaron callados, no se atrevían ni a tomarse de las manos por la aprehensión que sentían. Laura sabía que estaba siendo demasiado dura con Cacho, pero no podía evitarlo. A ella también le dolía, por un momento pensó que él era la persona indicada. Pero de un plumazo, el destino los había separado, tal vez para siempre.

—Puta madre, qué injusticia —se lamentó Cacho, los ojos anegados de salobre agua. Laura hizo un intento involuntario de secarle los ojos, pero detuvo su mano a medio camino, y él retiró un poco la cabeza para que no lo tocara.

—Saqué turno para hacernos los análisis, para mañana.

—Me parece bien —contestó él, tratando sin mucho éxito de recomponerse, se levantó de la silla con premura—. Mandáme la dirección y la hora por mensaje.

Laura lo vio partir y sabía que debía sentirse triste, pero de golpe ya no sentía tanto dolor, tenía hasta ganas de reír. Comprendió que Cacho se había llevado con él, también su tristeza. Ella lo agradeció, pero también se preguntó «¿Cuánto dolor podía soportar ese hombre y continuar?». Aun a pesar de las dudas y lo incorrecto, no pudo evitar amarlo un poco más. Hasta soltó una risa divertida cuando lo vio a él patear un bote de basura que estaba afuera del café.

 Hasta soltó una risa divertida cuando lo vio a él patear un bote de basura que estaba afuera del café

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Tapao (Borrador)Where stories live. Discover now