Mis papás hablaron con el papá de Ohm para que le permita quedarse a dormir en mi casa, porque en las últimas semanas ha estado viniendo todos los días a jugar en las tardes conmigo.
Él aceptó con la condición de que lo llevemos en nuestro auto a la escuela, al día siguiente.
Suena justo.
Nunca nadie ha estado antes en mi cama, y ahora está Ohm.
Ya es tarde y mamá nos mandó a dormir, así que supongo que también está oscuro para él.
—Non —susurra luego de suspirar y yo giro hacia él.
—¿Ohm?
—¿Estás despierto?
—No hagas preguntas tontas.
—Perdón —dice volteando hacia mí también, porque siento como la cama se mueve y su voz se escucha más cerca— no tengo sueño.
—Tampoco yo.
Me pregunto si todas las personas se sienten así con sus amigos, porque con Ohm, incluso cuando dice mi nombre, es tan diferente a como escucho a los demás.
—Estaba pensando.
—¿En qué?
—En si vamos a ser amigos siempre.
—¿Tú quieres que seamos amigos siempre, Ohm?
No entiendo por qué no dice nada los siguientes segundos y empiezo a preocuparme, porque ahora pienso que la pregunta fue tonta, hasta que él presiona mis labios.
Sé que es su boca, porque es suave, y siento mis mejillas ardiendo, apenas se separa.
—Te quiero —dice respirando más fuerte.
Intento calmar mi corazón para hablar.
—También te quiero, Ohm.
