Cuando ya estamos solos por fin, en el césped de mi casa, sus dedos aprietan más mi mano y suspira.
Sé que tenemos que tener una conversación.
—Tu papá dice que tienes que irte, y yo lo entiendo, pero no quiero que te vayas.
—No me quiero ir, Non.
—Pero tienes que hacerlo, él me explicó.
—Lo sé, y sé que no va a dejar que me quede, pero lo he estado pensando en la escuela, y puedo volver.
—¿Puedes hacerlo?
—Sí, creo que sí, si me porto bien, y vuelven a transferirlo, puedo volver.
—¿Y si te gusta más tu escuela nueva y ya no quieres venir?
—No me importa la escuela, tú estás acá, Non.
—¿Entonces volverás por mí?
—Volveré por ti.
—¿Cuándo?
—No lo sé, pero espero que papá me deje pronto.
—De acuerdo, yo esperaré y estaré haciendo dibujos para ti.
—Está bien —dice removiéndose en el césped— ya eres el mejor dibujador de todos, pero si practicas lo harás mejor.
—Soy artista, Ohm.
—Eres un dibujador.
—Bueno, lo soy—respondo girando hacia él.
Siento su cara cerca y cierro los ojos, para chocar mis labios con su cara.
Me gusta besar a Ohm, porque se siente como una explosión de colores en mi interior.
Y me pone triste pensar en que no podré hacerlo por un tiempo.
