Supongo que me di cuenta de que ya era mayor, cuando empecé a disfrutar el sentarme en las mañanas con un café, para leer las noticias en el periódico.
Solo yo, sin nadie cerca, como siempre.
Creo que toda mi vida, aunque ha sido buena, he estado esperando un momento que aún estoy aplazando.
Tal vez es porque me asusta pensar, en que soy el único que no ha olvidado el pasado.
Suspiro leyendo vagamente los titulares y un dibujo en los eventos del fin de semana, llama mi atención.
Esta ciudad no está precisamente llena de buenos lugares, y muy pocas cosas entretenidas suceden aquí.
Cuando leo el texto abajo, veo que se trata de una exposición de pinturas en la única galería de arte que hay, y aunque no es de mis grandes pasiones, es algo que me gusta.
Continúo bajando un poco más y un nudo se va formando en mi estómago.
Nunca tomé la decisión de no regresar, pero obviamente mis ideas cambiaron con el tiempo.
Deje de ser el niño que le pedía a papá que lo lleve de vuelta, a ser el adolescente que creía que faltaba poco, para que le permita irse solo.
Y un día llegó el momento, en el que papá ya no podía detenerme, y fue ahí cuando me detuve yo solo.
Es que éramos muy pequeños, y me sentía tonto por seguir creyendo que era el gran amor de mi vida, quiero decir, nadie se queda con la persona que le gustaba a los seis años.
No quería aparecer en su casa, porque quizás él solo lo olvidó, como cualquiera haría.
Pero leer su nombre no me parece casual, y aunque creo en las coincidencias, para mí tiene sentido pensar en que el Nanon de la nota es mi Nanon.
El dibujo que han puesto es muy él.
Dejo el café al lado y camino por el pasillo a mi habitación.
En mi escritorio, justo al frente, aún tengo su primer dibujo, y aunque sea patético haberlo conservado, no puedo evitar sonreír.
Estoy orgulloso, porque va a tener una exposición acá, pero no estoy seguro de que sea correcto ir.
