—Ohm —dice papá tratando de explicarme las cosas pero no quiero escucharlo.
—Te odio —susurro caminando a la puerta y voy al auto, porque ya quiero estar en clases, con Nanon.
Sube a mi lado, y suspira sosteniendo el volante.
—Mi trabajo es así, tú lo sabes, siempre viajamos, y a ti te gusta conocer nuevos lugares.
—No necesito conocer más lugares, Nanon está acá.
—Lo entiendo, sé que Nanon es especial, pero vas a tener más amigos a donde nos toque ir.
—No, papá, no será igual, quiero a Nanon, no quiero a nadie más.
—Ohm —responde intentando tocarme, pero yo me alejo— entiendo lo que pasa, pero eres muy pequeño aún.
—No estás tomando en serio lo que siento —digo limpiando mis lágrimas con molestia.
—Ohm...
—Nunca más voy a hablarte.
Él regresa a su asiento ya resignado y pone en marcha el auto.
No creo que esté siendo justo.
Al llegar bajo corriendo y él sale tras de mí, porque va a hablar con la maestra, me lo explicó en la mañana, porque de verdad tenemos que irnos, aunque yo no esté de acuerdo.
—¿Ohm? —dice Nanon cuando llego a su lado.
—Sí.
—¿Le mostraste a tu papá el dibujo que te hice?
—No —respondo un poco duro y él hace un puchero.
—¿Estás enojado?
—Sí.
—No quieres hablarme —susurra desviando la mirada y no parece una pregunta.
No, no quiero hablarle.
No quiero hablar con nadie.
Salgo del salón y voy al patio, hacia los columpios, siempre han sido mis favoritos porque me siento capaz de muchas cosas cuando estoy ahí.
Me muevo tratando de impulsarme y cuando estoy llegando arriba, nada pasa.
No estoy volando, porque no puedo volar sin Nanon.
Cuando me detengo la molestia sigue en mi cuerpo, estoy enojado, y papá no va a entenderlo, a él solo le importa su trabajo y no mis sentimientos.
—Ohm —escucho que me llama y quiero escapar, hasta que veo que Nanon está a su lado y está llorando.
—¿Non? —pregunto preocupado acercándome y él parece avergonzado.
—Enójate conmigo —dice papá mirándome a la cara- pero no con Nanon.
—Lo siento, Non —susurro agarrando su mano y él se acerca a mí.
—Voy a pasar a recogerte, Ohm —menciona agachándose a nuestra altura— y lo siento, Nanon.
Es que sentirlo no es suficiente, pero no va a escucharme.
