17. Eres mi balance

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—¿No vas a volver a casa? —preguntó Davina.

Le di una mirada curiosa y luego me estiré en el sofá que había en su oficina. Había pasado la noche en la academia de Atalana y Davina me prestó algo de ropa porque no había traído nada. No tenía muchas ganas de volver porque de cierto modo había descansado algo.

—¿Estás echándome?

—Jamás —dijo riendo—. Siempre eres bienvenida aquí.

—¿Entonces?

—Presiento que algo anda mal.

—Solo quiero un respiro de todo.

—Si necesitas algo, por favor dime.

—Claro que sí —dije sonriendo—. Oye, ¿has sabido algo de Declan?

—Me envió un mensaje ayer. Anda con unos asuntos bastantes misteriosos, pero dijo que me extraña y que quería venir a verme.

—Claro —dije—. ¿No se acuerda de que tiene otra amiga?

—De seguro sí, Cam, pero tienes una vida bastante ajetreada.

—Ya sé, ya sé. —Hice un gesto con la mano.

—Vendrá en un par de minutos —dijo mirando el reloj en su muñeca.

—Aquí lo esperaremos entonces.

Mientras esperábamos a Declan, me dediqué a mirar el techo de la oficina de Davina. Era de un aburrido color vainilla que le daba un poco más de luz al lugar. Hubiese sido bonito que tuviera algunos adornos pintados, pero ya tenía claro que los nefilim no nos caracterizamos por tener habilidades artísticas. Yo, por ejemplo, no sabía ni dibujar una flor. Por supuesto que hay aquellos que sí tienen habilidades como Oliver, pero solo son la minoría. Creo que se debe principalmente a que desde pequeños todos son entrenados para combatir y no para tener una vida tan humana.

Jamás tuve alguna habilidad especial o algo en lo que fuera realmente buena mientras tuve mi vida como humana, pero eso se debía a que tenía otras preocupaciones como mi hermano, Nick. Me preguntaba cómo estaba y si era feliz con la vida que tenía ahora. Así parecía la última vez que lo vi, pero de todos modos me preocupa. Aun así no quería entrometerme mucho en su vida porque no quería incomodarlo en absoluto. Sabía lo que me diría si le contaba todo lo que estaba pasando y probablemente querría ayudar, pero no quiero ponerlo en peligro.

Sumida en mis pensamientos, no escuché cuando Declan entró a la oficina. En realidad, me di cuenta de que estaba allí cuando me miró desde arriba, ya que yo estaba acostada en el sofá. Me dio un leve golpe en la frente con su dedo índice y luego sonrió.

—¿Estás soñando despierta? —preguntó riendo.

—Estoy descansando.

—Hazme espacio entonces porque también estoy cansado.

—¿Por qué estarías cansado? —pregunté curiosa—. ¿En qué misiones andas?

—Asuntos que no puedo contarte —dijo.

—Desde que llegaron tus hermanos, ya ni nos tomas en cuenta.

—Tú vives en tu mundo, yo en el mío.

—Claro —dije haciendo una mueca y bufé.

Me senté bien en el sofá y examiné a mi alrededor buscando a Davina, pero no estaba por ningún lado. Ni siquiera la había escuchado irse.

—¿Dónde está Davina? —pregunté.

—Fue a buscar jugo, Cam —respondió Declan mientras se sentaba a mi lado—. ¿Acaso no escuchaste lo que dijo?

LOS CAÍDOS #7 - DescendienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora