5. Una criatura que jamás pensó conocer

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Adam

Han pasado algunos días desde que Camille me contó lo que había dicho Mak. La verdad, me preocupaba bastante, especialmente por Francis porque ya había mejorado más de lo que imaginé y no quería exponerlo a ambientes que pudieran hacerlo perder el control. Ya lo había hablado con él, así que vivirá por un tiempo en la academia de Atalana junto a Davina, ya que ella se haría cargo de él.

Mientras empacaba algunas cosas que Francis quizás necesitaría, comencé a sentirme mareado por el solo hecho de agacharme a buscar algo en la parte baja del armario. Cerré los ojos de inmediato para que aquella presión que sentía en el centro de mi frente se fuera y así fue, pero eso no me calmó en absoluto.

Me puse de pie de inmediato cuando una pequeña brisa fría me acarició el rostro y agarré lo primero que encontré sobre la cama, que fue mi chaqueta de la alianza. Pensé que alguien entraría por la ventana, ya que yo la había dejado cerrada, pero casi me caí de la impresión al ver que así estaba y que en realidad aquella brisa provenía de un portal que se estaba formando poco a poco en el centro de mi habitación.

Esperé pacientemente a que tomara un tamaño considerable como para que alguien saliera de allí, pero nada pasó. Aquella energía roja brillante danzaba de un lado a otro, pero no dejaba ver lo que había al otro lado.

—No entres —me susurré a mi mismo porque sería algo estúpido.

En lugar de saltar a aquel desconocido portal, llamé a Camille porque era quien más sabía de portales de mi círculo cercano de amigos. Se demoró un par de minutos en llegar, pero en cuanto entró a mi habitación y cerró la puerta, se quedó mirando el portal confundida.

—Te prometo que no hice nada —dijo levantando los brazos.

—Entonces, ¿quién?

—No soy la única que puede hacer portales, Adam. Te recuerdo que mi academia está llena de personas que pueden hacer portales. Además, este es rojo.

—Pero ¿por qué aquí? ¿por qué justo en mi habitación?

—No lo sé, Adam.

—¿Qué harías tú?

—Saltar.

—No voy a saltar.

—¿Por qué no? —preguntó confundida.

—Porque es algo estúpido. No quiero morir.

—Bueno, entonces puedes sentarte a esperar a que desaparezca. Hasta entonces, nos vemos —dijo dando la vuelta, pero la detuve al tomar su mano.

—¿Puedes ir conmigo?

—¿Te da miedo?

—No, pero eres más experimentada y si voy a algún lugar que no conozco, no podré volver.

—He tenido problemas con el poder de los Hunter, Adam.

—Pero si es otra dimensión, entonces tu otro poder puede traernos.

—Cuando voy a otras dimensiones —dijo en voz baja—, es porque mi poder me lleva. Este portal, Adam, no me pertenece. Lo que sea que hay detrás es desconocido.

La miré unos instantes con ojos de súplica, ya que realmente quería que me acompañara. Ella se rehusó a hacerlo hasta que, en un suspiro de resignación, estiró su mano y yo la tomé de inmediato. Le sonreí en agradecimiento, pero ella solo me miró de mala gana y me hizo un gesto con su mano libre para que nos acercáramos al portal.

Aquel agujero rojo seguía emanando una brisa fría, lo cual me provocó un escalofrío en cuanto estuvimos a pocos centímetros de él. Al entrar al portal, jalé a Camille de la mano, pero me di cuenta de que ya no la sostenía. De hecho, estaba solo en aquel brillante lugar que poco a poco me empujó hasta caer del otro lado.

LOS CAÍDOS #7 - DescendienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora