Huida del Paraíso

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La nave cayó cerca de un lago. Edgar abrazó a ambas féminas para sentir algo de afecto femenino antes de morir. 

Esto también provocó que Edgar se llevara la mayoría de golpes al eyectar.

Teegarden B era un planeta muy comparable a la Tierra. Es más, son los más similares en todos los aspectos. 

El oxígeno era respirable, el agua azulada de los ríos era dulce, algunos arboles tenían frutas.

Pese a que estaba considerablemente herida, al punto de tener una quemadura en su rostro y una punta de metal clavada en su hombro, Colette subió a la copa de un árbol y agarró unas frutas.

Tenían forma de mango pero de color turquesa. Y sabía muchísimo mejor que la carne de rugareño. Recogió unos más que estaban en el suelo para más tarde.

Edgar estaba riendo. La perspectiva de ser perseguidos por una división de una organización paramilitar tremendamente poderosa y algo corrupta le era muy divertida. El dolor que sentía por la caída y la planta alucinógena donde cayó no tanto, pero la idea de estar en un planeta inhabitado con una chica le parecía increíble.

Quien sabe si se vuelven el próximo Adán y Eva.

La rugareña, por su muy pequeño tamaño, no sufrió tanto con la caída. Solo necesitó unos segundos para recuperarse. 

Mientras Colette buscaba comida (para ella obviamente), Edgar deliraba y la rugareña buscaba ayudarlo, escucharon un mensaje enviado a través de la radio de la nave.

"Atención: para todo ser viviente, hay tres fugitivos de la ley ocultos en Teegarden B. Si alguien consigue verlos, llamar inmediatamente a las autoridades"

El chiste estaba en que era la voz de Saracen Fang.

Pese al enorme peligro que representaba, Colette no hizo caso.

Se acercó al lago. Beber agua de verdad fue un auténtico placer para la pelirosa. Nada del agua artificial de la nave prisionera ni las extrañas bebidas de Rúgaro. Era como beber agua de manantial en la Tierra. 

Tras saciar su hambre y su sed, Colette fue realmente consciente del significado de esas palabras. Y de sus múltiples heridas.

Aún así, era más prioritario escapar de allí.

Se dejó caer al suelo. Sus heridas eran más significativas de lo que parecían. 

Sonrió ante la idea de estar en un lugar comparable con el jardín del Edén. En Rúgaro no existían tipos de plantas más haya de arboles y uno que otro arbusto. Y la fauna brillaba por su ausencia. Solo eran colores grises rodeados de muerte y desolación.

Por eso, ver un planeta tan lleno de vida era un cambio de agradecer. 

Colette se preguntaba por qué los humanos no habían llegado a habitar ese paraíso. Por la belleza de sus paisajes y ese ambiente de calma y paz era muy comparable con el Jardín del Edén. Y de paso, no habían formas de vida más allá de plantas. Era una fuente rica en recursos biológicos. Tenía fuentes de alimentación e hidratación perfectamente aprovechables para cualquier ser viviente.

Entonces, ¿Por qué los seres humanos no habían colonizado el paraíso soñado?

Colette y la rugareña llevaron a Edgar a rastras hacia una cueva relativamente escondida. La amenaza de que los estaban buscando les quitó ese momento de calma proporcionado por la belleza del planeta. Y las pisadas solo reafirmaron eso. 

Aunque al entrar a la cueva, fueron recibidos por un ser pequeño de color verde. Tenía una camisa de botones con palmeras y un gorro de los Mets. 

Hizo el saludo de larga vida y prosperidad de Star Trek.

Starr ForceWhere stories live. Discover now