Capítulo 8

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Las instituciones judiciales se creen incapaces de equivocarse.

Creen que están por encima del bien y del mal. Sobre todo del fracaso, reservado sólo para los pobres humanos. Y por eso son susceptibles a cometer más errores.

Probablemente, el campo jurídico es el área que más errores comete entre todas las áreas del conocimiento humano.

Si el área médica cometiera el mismo nivel y número de fallas, puedo decir que al menos el 50% de los pacientes morirían por errores médicos, si no estoy siendo un poco modesto en este número.

Los errores suelen ocurrir en un efecto dominó. El problema comienza en las jerarquías superiores que se creen entidades al borde de la perfección, y que contaminan todas las instancias inferiores. Y al final a nadie le importa. A nadie le importa equivocarse, a nadie le importa si pasa alguna mierda por eso. A nadie le importa nada. Ni siquiera sus propios errores.

Por no hablar del pensamiento popular de que las prisiones y los hospitales psiquiátricos judiciales son lugares para encerrar a la escoria del mundo y tirar la llave. De hecho, los hospitales psiquiátricos son aún un poco peores en la visión general, ya que se suman dos tipos de personas que la sociedad quisiera olvidar: criminales y locos.

Por eso, cuando se trata de un tema judicial sólo hay dos caminos, la injusticia o la negligencia.

Hoy fue el día de la negligencia.

La seguridad para evitar una fuga de un hospital judicial es inmensa, ya que quien es arrojado aquí raramente regresa a la sociedad o consigue alguna rehabilitación. Pero dentro no hay muchas reglas de seguridad ni derechos humanos observados. Cada día sin alguna mierda es un día de suerte.

Hoy no fue mi día de suerte.

Yo estaba en la sede del FBI, como todas las últimas tardes desde que esa investigación entró en mi vida (y a veces me arrepiento de eso un poco, por mi salud mental). Ese día estaba solo, porque todos los esfuerzos de nuestro equipo se centran en investigar tuberías en busca de pistas.

Y debería haber resistido la tentación de contestar el teléfono del departamento cuando sonó. No es mi trabajo, y ni siquiera soy investigador, agente o algo así. Pero el timbre ya me estaba irritando, y un departamento de policía vacío hace un eco inmenso.

La llamada venía directamente del Hospital Psiquiátrico.

- FBI de Chicago - Hablo serio para parecer uno de ellos.

- Sabía que usted me atendería, Dr Tomlinson.

- ¿Quién está hablando? - Pregunté confundido, sin reconocer la voz y porque la llamada era pésima.

- Su paciente favorito. Alex. - Me congelé y pensé en colgar, pero él se adelantó - No cuelgue, Doctor. Tengo información que es de su interés, pero solo voy a hablar con usted. Y personalmente.

- Alex, ¿parezco tonto o inocente? Tengo otras cosas que hacer. Discúlpame.

- ¿Ni siquiera si te doy el nombre del asesino de mi hija?

- ¿Disculpa?

- Estoy dispuesto a darte el nombre a cambio de una reunión de 30 minutos contigo. Parece un intercambio justo, ¿no? Pero sin tu amiguito estresante.

- Alex, ¿cómo sé que me darás un nombre?

- Es un riesgo que vale la pena correr, Doctor. Y seamos justos, yo estaré totalmente atado, encerrado, y vigilado. No correrás ningún riesgo, y aún así tendrás un nombre. Y te aseguro que es un nombre que te gustaría saber.

W - larry (traducción)Where stories live. Discover now