XVI| EXPLORACIÓN

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PRINCIPE PRUSIANO

Esperar.

Analizar.

Tantear el terreno.

Luchar contra el desespero, pues la paciencia no fue un don que se le dio al nacer.

Tiempo al tiempo era de lo poco que no se le daba bien, pese a la rectitud con la que llevaba la vida su Alteza, Federico Antonio , Príncipe de Prusia. Sin embargo, si quería triunfar en sus planes tenía que armarse de paciencia. Después de todo, en esos momentos se hallaba en frente de su objetivo. Tras semanas de recaudar información gracias al Vizconde de Black, que al parecer era más eficiente de lo que aparentaba.

Descubriendo de su rival lo suficiente, para saber que no poseía una maldita debilidad.

La única se había muerto demasiados años atrás, y con la que aparentaba cercanía se la cedía cada que podía, sin importar que fuese su Condesa.

Al principio hallándolo como un punto en contra, puesto que también se puso sobre la mesa el nombre de Lady Luisa de Borja, la hija del Conde de Belalcázar. El ajedrecista y por el ende la reina impuesta, que al parecer resultó ser más letal que toda su familia.

Cosa que, en vez de sumarle, totalmente le hacía mirar para otro lado si quería vivir el tiempo suficiente para solucionar su inconveniente con Berit.

La prima lejana, que nunca miró dos veces.

Esa que desechó como al resto de sus hermanas en su momento, cuando lo único que le apetecía era continuar con su soltería. No precisamente, porque una mujer lo retuviera de hacer su vida. Si no que solo portaba cabeza para los negocios que eran tan prósperos como peligrosos.

Presentándosele como una fachada perfecta, cuando estuvo a punto de caer junto con un embarque en el territorio del que estaba a cargo.

Porque, aunque se lo negase al mundo, también se dejó conquistar por las maravillas que salían de la cabeza del ajedrecista.

Solo que andaba como un fantasma a nadie conocer su participar, pues tenía a un tercero que ponía la cara de su entera confianza.

Por eso. Es que con el tiempo atosigándole, y los berrinches de su flamante prometida fugitiva, es que agotó la que seguramente seria la carta más débil. Al ser lo único delicado que rondaba alrededor de ese lobo letal.

Nada del otro mundo.

Un corderito fugitivo, en busca de refugio, que huía de una pesadilla que pronto volvería a su vida.

Se arregló los gemelos de la camisa, posterior a eso se acomodó el cuello del saco y apretó el pañuelo. Puesto a cumplir con lo que había fraguado con anticipación y era momento de llevar a cabo.

Cruzó la calle poco transitada pese a estar en el centro de la ciudad, y casi a la media noche dirigiéndose a un callejón lleno de hedor, diviso la figura que con esfuerzo compró.

Puesto que, todos los del servicio del rey del averno eran aparentemente incorruptibles, pero el mejor que ninguno sabía que, nada podía resistirse a la cantidad adecuada, puesto que todos tenían un precio.

Y el moreno que se asemejaba a una pared de concreto no era la excepción.

Al verlo entrecerró los ojos con el cuerpo en tensión, mirando para todos lados haciendo que negase divertido por su paranoico actuar.

Si supiese que eso no era nada en comparación con lo que tenía planeado, definitivamente ya hubiese salido corriendo.

Demostrando que los músculos, ni la prominente altura daban la valentía suficiente para hacerse cargo de algo que aceptó por avaricia.

EL CORAZÓN DE LA BESTIA (EL LOBO DE ALBEMARLE) *INADECUADOS 1Where stories live. Discover now