XLV| NI TU, NI NADIE

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EN UN PAR DE HORAS EL FINAL

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BELLA

(Paris – Francia)

Beaumont – Louestault.

Castillo de Beaumont.

28 de diciembre de 1808...

Debieron haberse reunido con el resto, después de todo el centro de operaciones era el Babette Palace, pero algo los hizo apartarse de las cabezas de la situación, sabiendo perfectamente porque, aunque iban a luchar la batalla final en el mismo lugar.

Era una diferente contienda, y los Allard Borja poseían aliados suficientes para no echarlos en falta.

Sin embargo, no se abstuvieron de quedarse en la cabaña que habia en medio de las dos propiedades.

La que daba el estilo de una casa ostentosa adecuada con todo lo necesario para permanecer en esta sin ningun tipo de inconveniente, ella descubriéndola en uno de sus paseos con Eunice de Borja, y Sebastien seguramente sabiendo de su existente desde hace mucho.

Denotándose con los detalles quienes eran los asiduos a la propiedad.

Era por decirlo de alguna manera, el nido de amor de los Duques de Beaumont.

Uno que no estaba siendo utilizado en esos momentos precisamente para demostraciones de afecto carnales, y no precisamente por la tensión del momento, porque aquello nunca los habia detenido a la hora de demostrarse cuanto se añoraban.

Era porque si aquello ocurría todo se iría al carajo, y no era como lo había recalcado antes, una mártir, ni mucho menos un dechado de virtudes, ni tenía alma de salvadora, pero era prioridad acabar con Edmund, y permitir que Sebastien la tocase desataría una situación que no presupuestaba como iba a acabar, y lo único que le quedaba era fingir abstracción por lo sucedido, y a punto de acontecer, que no era del todo actuación evasiva, teniendo que utilizar una fuerza sobrehumana para contenerse cuando su apetito sexual por el crecía a pasos agigantados con los segundos transcurridos.

Por los menos, lo habia tenido bastante ocupado el comprender que Lady Luisa Allard, y su hijo estaban solos en el castillo, sin aun entender el verdadero motivo del porque su marido la había abandonado, y la duquesa no habia querido soltar prenda y mucho menos su vástago, que era igual de cerrado que su madre.

Dejándola por lapsos de tiempo sola para vigilar los alrededores, cuando en cualquier momento aparecería Edmund con su socio alborotando la falsa calma, que la tenía ansiosa porque esa mañana en particular, era la fecha dada por Lord Belalcázar para que todo acabase, y no sabía cómo sentirse mientras se alistaba para un día trascendental.

Ajustándose las calzas que habia hurtado del mueble, seguramente de la dueña del lugar, porque no le quedaban anchas, pero si muy largas, ocultando lo que sobraba las botas que portaba desde que Edmund decidió vestirla de desgarbado caballero para llevarla al juicio, sin comprender del todo lo que pretendía con aquella, puesto que, no era estúpido para no estipular que ese sería el momento idóneo para que sus planes de apartar a Alicia de sus garras se llevasen a cabo y con este su escape relativamente fácil.

Él nunca la dejaría ir.

¿Qué pretendía?

¿Qué quería conseguir con cazarlos pasivamente cuando era de perder la cabeza al no tenerla al lado?

Un escalofrío le recorría la espina dorsal cada que pensaba en aquello.

Hasta perdía el poco apetito que le quedaba en el cuerpo, haciendo que por momentos se sintiese débil hasta el punto de marearse, pero nunca dando pie a que se enterase el pelinegro para no alertarlo.

EL CORAZÓN DE LA BESTIA (EL LOBO DE ALBEMARLE) *INADECUADOS 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora