PACIENCIA

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Es la que menos distingue al Lobo cuando esta sin su Belleza.

ʚɞ

BESTIA

(Philadelphia-Estados Unidos)

Finales de febrero de 1805...

Las noches con el pasar del tiempo se le hicieron casi imposibles para conciliar el sueño.

El descanso del cuerpo prácticamente había desertado.

Su cabeza solo servía para enviarle órdenes a sus extremidades que dictaban un camino recto.

El mismo desde que tenía uso de razón.

Vengar a su madre.

Babette Lacroze su único pensamiento, que se veía empañado por la imagen de aquella rubia de ojos boreales que había dejado su mundo de cabeza.

Y es que, por más que intentó le resultó imposible sacarla de sus recuerdos.

Menos, cuando tenía hace al autor intelectual retozando a su lado.

Porque debía tenerla con vida para que sus planes no se truncaran, siendo órdenes del mismo ajedrecista al pertenecer a unas de las familias que tenían nexos con sus negocios, siendo su padre uno de los más influyentes, no precisamente por el titulo si no por las conexiones.

En caso tal, si debía soportarla le sacaría el jugo de la única manera que le servía.

En la cama.

Sin nada de cariño.

Sin más que el contacto de miembros.

Tan vacío, que terminaba de la misma manera que iniciaba, esquivando los besos que no deseaba para acto continuo abandonar la habitación, y centrarse en los propósitos que lo mantenían soportando tanta mierda.

Que lo retenían lejos de ella.

Porque le resultaba poco tenerla para sus fines cuando seguía sin avistarla.

Habían pasado años desde que la regresó al que se creía su dueño, sin hacer nada por impedirlo.

Lloró e hizo un berrinche en la lejanía de sus dominios.

Lo que consideró como la mierda misma.

Se situó en el tiempo real.

Ese en donde ella no desaparecía de su cabeza, y como les había dicho a sus aliados se apoderó de hasta lo que no poseía.

La amaba y no de bonita manera, pero era lo más puro que tenía, y hubiese dejado todo por ella si no estuviese encadenado como un perro.

Pero tiempo al tiempo se decía, sin embargo, cada vez se le era más difícil aguantar sin verla.

Sin tocarla.

Sin escuchar su voz.

Sin sentirla cerca.

Su calor y aroma que lo hacían delirar.

Y sus cartas escuetas tras quedar de aliado porque ella seguía firme en manifestar que era su amo para picarlo hasta teniendo un mar de por medio, y ni eso se le hacían suficientes.

Menos cuando lo más que decían era un:

«Amo, me he superado.

He logrado someterlo, espero algún día mi premio.

EL CORAZÓN DE LA BESTIA (EL LOBO DE ALBEMARLE) *INADECUADOS 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora