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— Los perros están en tu habitación — le dijo Kate antes de entrar a la suya y María se quedó unos segundos en el pasillo pensando.

Kate, al entrar a su cuarto y cerrar la puerta lo primero que hizo fue meter el traje de nuevo en el anillo y coger una camiseta y un pantalón largo del armario para no estar en ropa interior. Al ponerse la ropa gruñó varias sintiendo un gran escozor y dolor en sus manos, sobre todo el los nudillos... Pero unos brazos abrazándole por detrás le sacaron por completo de su mundo y cerró los ojos con fuerza sintiendo los labios de María posarse en su hombro.

Maria sabía que Kate no quería hablar, así que lo respetó y solo quiso demostrarle que ella estaba ahí, a su lado.

La guió con cuidado hasta el baño y se detuvo cuando se quedaron delante del grifo.

María, sin dejar de abrazarle desde detrás, encendió el grifo y con delicadeza agarró las manos de Kate metiéndolas junto con las suyas debajo del agua fría.

Al principio Kate se estremeció sintiendo dolor, pero a los pocos segundos comenzó a sentir alivio, y dejó que María quitara la sangre que tenía por sus manos.

Una vez limpias, sin decir una sola palabra, apreciando el silencio cómodo y comprensivo, María le hizo sentarse en el borde de la cama y cogió el botiquín.

No hace falta que lo hagas... — susurró intentando tener un tono neutro, pero María no necesitó ni una palabra más para saber lo mal que se sentía con ella misma, Kate era bastante fácil de leer.

Dejó el botiquín a un lado de su novia y se arrodilló delante de ella cogiendo con muchísima delicadeza sus manos para darles besos por todas las heridas que tenía en ellas.

Desde el primer beso, Kate no paró de llorar e intentó varias veces apartar las manos para que María parara, pero Stark no le dejó hacerlo. Era importante que dejara de sentirse tan mal, y ella sabía que cuando hablaran Kate dejaría de sentirse así, pero también sabía que la chica necesitaba un poco de tiempo.

Después de curarle del todo las heridas y recoger el botiquín, Kate no se había movido, ni había levantado la cabeza.

— Cielo... — maría rompió el silencio con un tono triste, no le gustaba ver mal a la morena. Se acercó a ella y se volvió a arrodillar delante suyo, esa vez intentando que le mirara, pero Kate tenía los ojos cerrados, así que puso sus manos en los muslos de la chica y los acarició con delicadeza un poco intentando sacarla de su mundo — Kate cariño...

— El problema es que habría seguido sin dudarlo. Lo habría hecho. Y no era una muerte secundaria o algún daño colateral que no pudiera evitar, lo habría matado con mis manos porque quería hacerlo. Y yo nunca he querido matar a nadie María, yo no soy así.

Entiendo como te sientes, porque yo me he sentido así, muchas veces. Pero no te puedes culpar por nada Kate, estos dos últimos años has pasado por cosas muy duras que no tendrías que haber vivido, y es entendible que después de que me secuestren por segunda vez pues... te enfadaras.

— No es enfado, es odio.

— El odio es otra cosa mi amor, el odio... es mucho más que un sentimiento. Lo que tú has sentido es sed de venganza mezclado con ira.

— Da igual lo que fuera, toda mi vida he soñado con ser una vengadora y cuando veía por la tele todas las personas muertas y heridas debido al caos que formabais luchando... me prometí que si llegaba a ser una de vosotros nunca mataría a alguien. Que solo salvaría vidas. Y hoy... es que... no quería parar. No era mi ira, era yo.

— No eras tú Kate. Tú no le harías daño ni a una hormiga y las dos lo sabemos. Eres la mejor persona de todo el equipo y tienes el corazón más puro que he conocido en mi vida. Lo de hoy...

"Demasiada atención, Bishop"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora