Kentaro

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Kentaro, Moa y Ando ─

(Territorio Tokugawa, Japón, año 1598)

1

Kentaro despertó con un grito desgarrador.

Se sentó de inmediato en el mismo suelo donde dormía y se tomó la cabeza, confundido por el intersticio entre el sueño y la vigilia. Era una noche calurosa; tenía el torso desnudo y sudado por completo, y respiraba de forma agitada producto de su estado emocional.

—Tranquilo —le dijo Moa, que descansaba cerca de él y despertó cuando lo oyó—, fue otro sueño malo, nada más.

Hacía varios días desde que Kentaro comenzó a tener pesadillas cada noche. No lograba recordarlas luego de despertar, pero le dejaban una angustia profunda que no conseguía abandonar durante el resto del día, por más que otras preocupaciones se presentasen.

Ando era la tercera persona que dormía en la cabaña esa noche, y también su reposo fue interrumpido con el grito. Se frotó los ojos y luego miró a través de un hueco en una las paredes de madera, al observar la oscuridad que aún reinaba fuera dijo con voz tenue y ronca —Aún no amanece.

La cabaña se encontraba en el bosque en medio de las montañas de Tomisaka, en lo que alguna vez fue territorio del clan Tokugawa durante el Japón feudal. Por lo que podía notarse la vivienda llevaba varios años sin ser habitada, estaba al borde del derrumbe y en el techo faltaban varios bloques de paja, solo el ligero cortinado de bambú en la puerta parecía haber ofrecido resistencia al abandono.

Kentaro se recostó de nuevo, cerró los ojos y apoyó su antebrazo derecho encima. Moa se acercó hasta quedar a su lado y se arrodilló sobre los rechinantes tablones de madera del suelo, posó sus manos cerradas en su propio regazo y dijo —Vuelve a dormir, Kentaro-san, yo iré al bosque y traeré algunas ramas con hojas para abanicar. Tal vez tus malos sueños se deban al calor —.

 Kentaro aparto el brazo de sus ojos para poder mirarla.

—Moa-chan, es peligroso caminar sola en la oscuridad, es peligroso.

—Aún así es necesario, Kentaro-san, que puedas dormir bien.

—Mejor empecemos a preparar todo para irnos, mejor empecemos. Para emprender el viaje antes de que el sol se eleve.

El joven tenía la intención ganar tiempo de ventaja sobre sus perseguidores, los hombres del Daimyo "Yukimura", el líder de un poderoso clan que buscaba a Kentaro para darle muerte.

Los tres jóvenes tomaron camino por el denso bosque; el sol aún no se precipitaba en las alturas, pero sobre las colinas que se extendían hasta el horizonte el color del cielo anunciaba la aurora; ya podía sentirse el calor de una mañana de verano.

El destino de los viajeros era cruzar por el territorio hasta llegar al templo de los monjes Asahi, unos monjes armados que conformaban un ejercito diseminado por todo el Japón, y que tenían como principal enemigo a los shogun, quienes eran los señores que gobernaban vastas tierras en aquellas épocas. Los monjes Asahi eran fieles a la doctrina budista, y promovían la renuencia al pago de impuestos, esto los había llevado a estar en la delicada posición de resistentes a los dictámenes del sistema imperial, sistema que durante varios años se había dedicado a quemar todos los templos que no acataran las ordenes del emperador y el shogunato.

Llegar hasta el templo era una empresa difícil para los tres jóvenes, porque debían transitar terrenos sin senderos marcados y alejados de los pueblos, a fin no correr riesgo de ser vistos.

El Espíritu de ChronosWhere stories live. Discover now