Valeria

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Valeria y Herrera─

(Nueva Buenos Aires 04/10/2216)

1

Era una tarde gris, la lluvia caía sin dar tregua y el silbido del viento se habría paso entre las gotas. Valeria se acercó temerosa hasta el cordón policial que rodeaba el perímetro de la antigua fundidora de acero, ahora abandonada. Desde el lado exterior de la holografía del cordón los centinelas pentápodos custodiaban el paso.

Estaba mojada por completo, traía con ella un antiguo paraguas de mano que el viento volteó a mitad de camino, había quedado inservible, pero aún lo cargaba en su mano. Los nervios que tenía le impidieron ver lo irrisorio de llevarlo aún con ella.

Al llegar a la enorme entrada de la fundidora dos centinelas se interpusieron en su camino.

—«Señorita, no puede ingresar, esto es un cerco policial. »

—Lo sé, —respondió ella mientras sacaba su Ptolem desde el interior de su abrigo —soy la oficial Ramona Suarez, del Departamento de Ambiente.

Los centinelas se quedaron en silencio mirando la areopoyección que contenía los datos que Valeria les proporcionaba, el corazón de ella se agitaba cada vez más fuerte.

—«Oh, lo sentimos oficial, —respondió uno de los centinelas —puede ingresar. No tome en cuenta nuestra intromisión».

—No se preocupen, por favor. Solo cumplen su trabajo. Permiso, y que tengan buenas tardes.

Pasó por entre medio de ambos, actuando con naturalidad aunque por dentro los nervios la carcomían.

En el interior de la acería diversos reflectores servían como guía, iluminaban los caminos hacia donde los distintos grupos de la policía trabajaban. Ella los siguió con cierta timidez, había muchas personas que iban y venían de forma constante.  De pronto una voz conocida la llamó por su nombre:

—¡Valeria! —Era el oficial Herrera, cerca de una de las columnas de la enorme fábrica. Estaba junto a otras cuatro personas, hizo unos gestos indicando que regresaría después, a lo que los demás asintieron y prosiguieron con sus labores.

Herrera caminó hacía donde estaba Valeria, que se detuvo al escuchar su nombre.

—¿Cómo andás? Que bueno que pudiste pasar sin problemas —comenzó él.

—¿Cómo me vas a llamar por mi nombre real, pelotudo?¿Qué querés, que me descubran? —respondió ella por lo bajo con cara de enfado.

—Ah, cierto. Perdón.

—Tuve que usar un Ptolem hackeado para poder entrar, con una identidad inventada que caduca dentro de dos horas. Tuve que hacer todo esto porque insististe en que tenía que venir.

—Como te dije cuando te llamé, si querés investigar bien este caso es necesario que veas las pruebas con tus propios ojos. Porque toda información recopilada es clasificada de inmediato —. Herrer guardó silencio y miró en todas direcciones para asegurarse de que no había nadie cerca que los escuchara —Las autoridades toman el caso de Nodriza como un virus, como un germen, y evitar que la información sobre ella llegue a la gente es como, diríamos, poner a la población en cuarentena.

—¿Y qué es lo que tengo que ver con mis propios ojos acá? —Inquirió ella bajando aún más el tono de su voz.

—Seguime—. Herrera dio media vuelta y comenzó a caminar en dirección a una escalera que descendía.

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⏰ Last updated: Apr 27 ⏰

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