Kentaro

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"Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalache
se ha mezcla'o la vida"
CAMBALACHE
Enrique Santos Discépolo

Kentaro─

(Territorio desconocido, Fecha xx/xx/xxxx)

1

Kentaro abrió los ojos, su cuerpo seguía mojado. Se hallaba en un lugar  oscuro donde solo podía sentir una suave corriente de agua que acariciaba sus pies. Intentó ponerse en pie pero el dolor lo invadió por completo, se dejó caer nuevamente al suelo mientras gritaba para desahogar sus aflicciones físicas.

Se tocó la cabeza, el dolor era tan insoportable que tuvo que apartar sus manos de inmediato, pero unos segundos después acercó despacio la punta de los dedos a su frente. Sintió una humedad tibia. Puso los dedos delante a sus ojos pero la profunda oscuridad le impedía verlos, aunque no había dudas, estaba sangrando desde la cabeza. Prestó atención y pudo sentir la cálida temperatura de la sangre desplazarse por la mitad derecha de su cara.

"Moa-chan, Ando-kun... tengo que ir a por ellos" pensó mientras seguía tendido en el suelo boca arriba.

Con todas sus fuerzas y a pesar del dolor, después de varios intentos, consiguió ponerse de pie. Le costó mucho conseguirlo no solo por el estado de su cuerpo, sino también por forma del sitio en el que se encontraba. Si bien la ofuscación no permitía divisar el lugar era por demás evidente que su estructura era cilíndrica. Levantó uno de sus brazos y pudo tocar el techo con la mano.

«De seguro el río me arrastró hasta aquí, para salir tengo que caminar en contra de esta pequeña corriente de agua» pensó al mismo tiempo que comenzó a caminar, con paso lento y cansino, tanto como sus piernas se lo permitían. Percibía algo extraño, incluso por encima de todos sus dolores le llamó la atención su forma de andar, sentía su cuerpo demasiado liviano.

El pasillo cilíndrico se extendía frente a él, logró ver un halo de luz a lo lejos y pensó «Esa debe ser la salida». Quiso apresurar el paso pero sus pies chocaron contra un objeto, se agachó para tocar y reconocer con sus manos las dimensiones del mismo, por su tamaño era fácil presuponer que era una gran roca, aunque su temperatura era fría, como la hoja de una katana en invierno. Después de unos segundos se dio cuenta que era, al igual que su espada, también un objeto de metal, aunque algunas de sus partes parecían contener otro tipo de materiales. Le costó mucho sortear ese obstáculo, pero en cuanto lo consiguió se dispuso a continuar la marcha. Al cabo de unos minutos llegó hasta la salida.

Afuera llovía con rigor y Kentaro quedó atónito ante el paisaje desplegado ante sus ojos. Todo a su alrededor era una construcción de enormes bloques de piedra tallada, con una precisión descomunal. Pensó en el castillo de Osaka que, según lo que Ando dijo una vez, sería la construcción mas imponente del Japón. La evidencia manifiesta frente Kentaro demostraba que Ando se había equivocado. Unas colosales vigas de metal sostenían muros en distintas direcciones, la mitad de las vigas, quizás más de la mitad, apuntalaban unas construcciones que se sostenían en el aire varios metros por encima del suelo. Todas esas construcciones, con sus diversos caminos en todas direcciones, parecían llegar hasta las nubes, con escaleras y cuerdas negras que las unían a todas entre si.

Pero a pesar de la magnificencia de esas edificaciones, y de la oscuridad que reinaba alrededor de ellas, el deterioro que las doblegaba era ostensible. Derruidas y gastadas al borde del colapso. Parecía que los constructores que lograron levantar tales piedras sobre los aires las abandonaron a la ruina después de conseguirlo.

¿Cómo había llegado hasta allí? ¿Cómo es que nunca antes nadie le habló de la existencia de un lugar tan prodigioso?

El dolor punzante de la herida en la frente volvió de manera repentina, apoyó su mano encima y al alejarla pudo ver la sangre que desde la herida brotaba. La sorpresa se apoderó de él. Recorrió con la vista primero el antebrazo, luego siguió por el resto del brazo y el hombro para finalmente bajar la mirada hacía el resto del cuerpo.

El Espíritu de ChronosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora