Nodriza

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Nodriza y Tama─

(Nueva Buenos Aires 05/10/2216)

1

—¿A tu causa? —Preguntó Tama.

—Así es. En estos momentos mi organización ha alcanzado niveles globales, en toda la tierra hay estrellas dispuestas a implosionar este infierno.

—Pero, yo... —Tama tragó saliva para poder continuar —soy muy mala peleando, es más: nunca en mi vida luché ni siquiera para defenderme, soy muy cagona.

—Al contrario, pequeña mía, vas a ser la fuerza de millones de mujeres alrededor del mundo. De todas mis seguidoras, vos vas a ser, sin miedo a equivocarme: la más importante.

Tama pasó del desconcierto al descreimiento, la sola idea de que la sentenciaran a título de «importante» chocaba de forma directa con su autopercepción.

—Nah, disculpame, señora enmascarada, pero creo que te equivocaste de piba.

Nodriza se erigió sobre sus rodillas, que se encontraban a cada lado de las piernas de Tama.

—Yo nunca me equivoco, dulce niña de ojos rasgados, yo lo sé todo. Aún así comprendo tu incredulidad, la cual es hija de la falta de información. Por lo que voy a proseguir con una explicación que traerá luz sobre tus sombras.

»Hace unos días a mis oídos llegó una noticia, misma que anunciaba que una joven sin distinción aparente, incrustada entre la multitud, había sufrido un accidente en el viejo puente lindante al Barrio Obrero, ahora abandonado. La noticia no parecía ser más que un cúmulo de datos inservibles y sin valor aparente; por consiguiente se me brindó el severo conocimiento de que esa niña, luego de su arribo al centro de salud más cercano, burló todos los registros neurales a los que se la sometió, y todo sin el uso de un inhibidor neural.

»Al enterarme no pude evitar sentir en lo más hondo de mi pecho la confirmación, la inapelable convicción, de que esa era la mujer que durante tantos años había aguardado a la vera del tiempo. La niña, en este caso, que mi propósito de vida me obligó a esperar mientras entre frías noches tejía bufandas de cordeles infinitos.

»Hiciste algo inconcebible ante cualquier juicio de la lógica, engañaste a la tecnología sin el uso indispensable de otra. ¿Sabés cuántas personas en el mundo pudieron realizar tal prodigiosa hazaña?

—No estoy segura de que yo haya hecho eso que decís que hice —replicó Tama aún en estado de incredulidad.

—Claro que lo hiciste, me consta —Nodriza apoyó su índice en la frente de la joven—. Tu cerebro es la clave, dame permiso para investigarlo y así averiguar cómo lo conseguiste, cómo alcanzaste burlar los registros. Y serás recompensada, puedo darte a cambio lo que pidas.

—¿Cualquier cosa que yo quiera? —preguntó la adolescente con un creciente entusiasmo.

—Bueno, lo que esté dentro de lo realizable en términos materiales —retiró el dedo de la frente de la muchacha—. Yo siempre en la vida intento hacer el papel del demonio de Maxwell, pero esta noche creo que debo cumplir el rol de Mefistófeles. Espero nunca ser tu demonio de Paganini.

»Así que, negociemos. Pero antes una breve introducción.

»Las estrellas nocturnas todas brillan, venciendo la negrura infinita, así por lo que ellas inspiraban, fuego en nuestras almas aún crepita. Sabido es que nadie nunca pudo, ignorar lo que ellas presagiaron, puesto que toda existencia era nudo, que los astros con su luz desataron. Así también nosotras brillaremos, durante el ocaso de los hombres, cuando al fin el mundo acabemos. Y una cosa sé que necesito, sumarte a vos frágil niña Tama, para que con tu luz alumbres... ¿Mi destino?

El Espíritu de ChronosWhere stories live. Discover now