Historia extra - Parte 2

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Tú no puedes comprar el viento,
tú no puedes comprar el Sol,
tú no puedes comprar la lluvia.
Tú no puedes comprar el calor.
LATINOAMÉRICA
CALLE 13

─ Morticia ─

(Territorio al norte de Nueva Buenos Aires 12/05/2190)

1

Los vecinos de la barriada se habían reunido en la vereda y en el patio frontal de la casa de Dominga y Pascual. La noticia de la recién nacida en aquel domicilio había recorrido el barrio de punta a punta esa mañana, y lo hizo con la velocidad del viento.

Algunos de los presentes aprovechaban la ocasión para ponerse al corriente de diversos chismes y los niños, por su parte, corrían y jugaban sobre el prolijo césped podado del patio.

Al costado de la residencia, frente a la ventana, estaba el sacerdote Qhari. Un anciano algo particular con un comportamiento generalmente impredecible. El líder había llegado temprano en la mañana a dicha vivienda, y desde entonces no había dejado de inspeccionar en silencio el dispositivo de teleportación que Pascual trajo la noche anterior. Lo miraba con suma atención mientras sus manos lo volteaban en toda dirección posible. Parecía decidido a negarse a creer que ese aparato negro había conseguido materializar el biberón, con el que alimentaban a la pequeña bebé.

El sonido metálico que la tranquera produjo llamó la atención entre los que se encontraban próximos a la entrada del terreno. Era el sacerdote Kuntur junto a su ayudante, el joven Jarawi, quienes se acercaban para certificar la veracidad de la noticia, misma que no había parado de circular entre las personas de la barriada durante toda la mañana.

De forma progresiva mientras Kuntur y Jarawi se acercaban hacia la puerta de la casa los que se hallaban en medio del camino fueron abriendo el paso, mientras que saludaban al anciano diciendo "Allin p'unchay kachun, Villaq Umu". Saludos a los cuales Kuntur respondía con "Hinallataq kachun qanpaqpas" y una sonrisa.

Uno de los vecinos, que se encontraba próximo a la puerta, golpeó las manos para anunciarles a los que se encontraban dentro la llegada de una nueva visita. Una mano corrió la cortina de la entrada y desde el interior se acercó Pascual.

—Sacerdote Kuntur ¿Cómo le va?

Allin p'unchay, Pascual.

Pascual se llevó las manos a los bolsillos y se inclinó hacia un costado hasta que uno de su pies quedó en el aire. De un instante a otro volvió a pararse correctamente, sacó ambas manos de sus bolsillos para llevar las palmas hacia adelante, intentaba encontrar las palabras apropiadas para continuar la comunicación. Se lo notaba ofuscado, de nuevo metió una de sus manos en el pantalón entre tanto con la otra comenzó a rascarse la nuca. Luego señaló la entrada del domicilio mientras inhalaba de forma prolongada, pero aún así fue incapaz de pronunciar palabra alguna.

—No tiene por qué estar nervioso, wayqe —Dijo Kuntur.

Pascual por fin pudo decir —¿Quiere pasar? — y tragó saliva una vez concluida la pregunta.

—Me sería de mucho agrado. Pero antes permítame presentar mis ofrendas a la nueva vida —el anciano abrió el morral que colgaba de su hombro y del interior sacó una a una cuatro botellas llenas de leche, una de vidrio y tres de plástico—, no es mucho, pero es todo lo que mis pobres cabras pudieron brindarme.

Kuntur caminó para borrar la distancia que lo separaban de Pascual, luego posó una mano sobre el hombro de aquel afligido hombre.

—Jarawi cargará estas botellas por usted hacia el interior.

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