Lucrecia

134 72 7
                                    

Lucrecia ─

(Nueva Buenos Aires 03/10/2216)

1

Cuatro mujeres se desplazaban sobre el cielo, tres androides y una humana. Surcaban el aire de una de las zonas con menor cantidad de cámaras de vigilancia. Se desplazaban cada una sobre un fly-bi, un descendiente espiritual de lo que alguna vez se conoció como motocicleta, pero en vez de ruedas el fly-bi contaba con turbinas de aire para volar. Estos medios de transporte llegaban a alcanzar una velocidad máxima de 900km/h, y lo conseguían en cuestión de segundos. Para dirigirlos el conductor debía hacerlo por comandos mentales, por medio de un enlace del Ptolem, sin embargo los androides no necesitaban de ningún dispositivo intermediario para vincularse mentalmente.

Lucrecia se veía igual que siempre, despreocupada. Con su pelo corto al viento, lentes negros antireflejantes, blusa de tirantes negra ajustada para mostrar la letra "A" en su pecho. Chaqueta negra de cuero sintético y de mangas transparentes que hacían lucir los tatuajes en sus brazos, y un pantalón short de jeans azul muy ajustado. En los pies llevaba unos borceguíes negros, casi grises por el uso, con cordones quimioluminiscentes.

El destino de las cuatro mujeres eran las edificaciones abandonadas del Sector 32, debajo de las plataformas base de los edificios, construcciones que hicieron de viviendas, y que fueron realizadas por las personas poco pudientes del área varias décadas atrás, aunque en su mayoría terminaron deshabitadas. Los centinelas pentápodos rara vez recorrían el sector. Era una zona fantasma.

Al llegar descendieron y estacionaron los fly-bi sobre una tablado improvisado, al lado de unos puentes corredores. El rio bajo las viviendas colgantes emanaba el pútrido aroma de desechos de las fabricas de la periferia. Al final de la plataforma las esperaba Rwolf, de espaldas a la puerta de ingreso de un elevador, mismo que las llevaría varios pisos por debajo del agua.

—Llegás tarde —dijo Rwolf con la voz robótica que sus parlantes generaban.

—Un mago nunca llega tarde, ni temprano. Un mago llega exactamente cuando... bla bla bla... Estoy harta de siempre tener que decir esto en modo clave para entrar, ya me conocés hace un montón —respondió Lucrecia mientras se acercaba caminando.

—Son las reglas —replicó el robot al momento que apretaba el botón de llamaba para el ascensor— las tenés que aceptar y respetar.

La puerta se abrió y los cinco ingresaron al elevador, dentro del mismo cabían diez personas, pero el espacio se reducía de manera considerable por Rwolf, él era un robot con forma de lobo, y odiaba que le dijeran que se parecía a un perro. Contaba con la habilidad de moverse en cuatro patas, lo que le permitía entre muchas cosas correr a mayor velocidad, aunque también podía erguirse y caminar con las patas traseras, esto le daba un postura mucho más intimidante.

—Un día puede venir una que se parezca a vos, es necesaria la clave de acceso para saber que no es una emboscada —agregó mientras el elevador descendía.

—Tranquilo, perrito. No fabrican modelos de mi tipo desde hace más de treinta años. Solo quedamos una poquitas en el mundo —replicó Lucrecia.

—No importa, es mejor prevenir que curar, así dicen los humanos.

—Igual me caés bien vos. Si fueses un perro de verdad te acariciaría.

2

Una vez que llegaron al piso subacuático las puertas se abrieron, caminaron por un largo pasillo que se extendía de frente y que contaba con escasa iluminación. Al final del corredor había una sucesión de oficinas abandonadas, que finalizaban en la entrada de un enorme galpón vacío, el cual también estaba mal iluminado y sus lámparas parpadeaban generando un intermitente sonido de roce eléctrico.

El Espíritu de ChronosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora