Tama

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Tama ─

(Territorio desconocido, xxxxx, año xx/xx/xxxx )

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Tama recobró la conciencia, estaba tendida en el suelo y permaneció allí por unos minutos. No lograba a comprender que sucedía más allá de sentir su cuerpo sobre un lecho de piedras. Estaba boca arriba y cada vez que abría los ojos la imagen que frente a ella se configuraba giraba sobre si misma, estaba mareada, de eso no había dudas.

Mantuvo los ojos cerrados mientras intentaba concentrarse en la situación. El leve sonido del agua llegó a sus oídos, y con esa melodía también se hizo presente el frio que era, sin duda, la consecuencia de tener el cuerpo mojado. Movió una de sus manos y comenzó a sentir el agua con la punta de sus dedos.

Abrió sus ojos nuevamente, respiró profundo e intento ahondar en aquello que se retrataba frente a ella. Era el cielo nocturno, con la luna coronándose en la infinita oscuridad salpicada de estrellas.

Con la ayuda de sus brazos consiguió sentarse, el agua a su alrededor no tenía mas de quince centímetros de profundidad, era el borde de un arroyo de unos diez metros de ancho e incluso, gracias a la luz de la luna, podía verse la orilla contraría.

De manera repentina un insoportable dolor en la cabeza se adueño de ella junto con un irrefrenable impulso de gritar. Los gritos no lograban aliviar el dolor, era una aflicción física de una intensidad que jamás se había imaginado que pudiese sentir. Intentó ponerse en pie pero los mareos hicieron que cayera al suelo otra vez golpeando contra las piedras, eso provocó mas gritos de dolor.

Con mucho esfuerzo consiguió ponerse de rodillas para luego exclamar—¡La puta madre! —,  quedó sorprendida al escuchar el tono de sus palabras, pronunciadas de forma torpe y con un timbre de voz grueso. Con una resonancia que no se produjo en su cabeza sino en su pecho, jamás había sentido su voz vibrar tan abajo en toda su vida. Llevó ambas manos al cuello y al hacerlo sintió en ellas una una extraña protuberancia, de inmediato las alejó dejándolas abiertas a un lado.

Entendió de inmediato que algo no estaba bien, se miró bajo la luz de la luna y vio que llevaba puesto una hakama, esa ropa que su madre le hizo vestir varias veces cuando era niña, en los actos de la colectividad japonesa a la que asistían. Siempre pensó que esa ropa era cómoda, pero con un diseño nulo en cuanto a sentido de la estética se refiere. ¿Pero por qué estaba vestida así? Alejó sus manos de la ropa para poder observarlas y notó que eran diferentes, más gruesas y grandes.

Comenzó a recorrer de forma desesperada su cuerpo con las manos, sus brazos eran diferentes, sus hombros, su pecho y su abdomen. Se detuvo un momento antes de apoyar las manos en las partes privadas. Al tocar la entrepierna el impacto fue total, tenía entre sus piernas un pene. Producto de la sorpresa se tapó la boca con una mano, mientras que con la otra indagaba sobre los genitales.

De inmediato empezó a repetirse a sí misma "Tranquila, Tamita" sacudiendo sus manos como intentando quitarse de ellas algún tipo de suciedad. "Tranquila..., Ta... mita" y se detuvo al volver a darse cuenta del tono de voz.

Pensó por unos momentos antes de llegar a la conclusión «Estoy dentro de un juego del Nexo», aunque trató de insistir en esa idea no pudo convencerse del todo. Dentro del Nexo el avatar recibe información de estado del juego, pero eso no estaba sucediendo en ese momento.

Pero en caso de estar dentro de una simulación quiso probar hasta donde llegaba, tomó uno de sus testículos y lo pellizcó con fuerza. Cayó al suelo del dolor sujetando sus partes con una mano y con la otra golpeó varias veces el agua, gritando desaforadamente mientras se retorcía entre las piedras.

El Espíritu de ChronosWhere stories live. Discover now