Capitulo IV

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—¿Pensáis follar ahí mismo o qué?

La protesta de Jonás sonó hastiada, y quizás su tono de voz escondía algo de asco. Probablemente le preocupaba la integridad de la tapicería de su coche, aunque vete a tu saber por qué. Aquel asiento trasero, limpio inmaculado no estaba, no era un estercolero tampoco, pero impoluto lo que se dice impoluto... No. En cualquier caso, si no fuera porque Christian no era de los que les gustaba tener público, aquella advertencia no habría estado fuera de lugar.

Aquel viaje estaba siendo una auténtica tortura. Tres horas llevaba ya encerrado en los asientos traseros del coche de Jonás, con Eric montado sobre sus piernas, besándole y acariciándole con el único objetivo de ponerlo cachondo. A ese ritmo iba a reventar el cierre de los pantalones o directamente le iban a explotar los huevos. Y por si el calentón que llevaba encima no fuese lo suficiente estimulante, Andrei, que no hacía las cosas a medias, se había encargado personalmente de que llevasen con ellos una botella de whisky que habían estado  pasándose unos a otros todo ese tiempo, y a esas alturas ya había perdido más de la mitad de su contenido. Alternaban cada trago con una roca de cristal o una raya de coca. Tanta mierda estaba haciendo estragos en su cuerpo, empezaba a entender a Eric cuando decía aquello de que necesitaba espacio para expandirse

—Deja de lloriquear y hazte una raya, Jonás. —Le espetó en respuesta. Necesitaba un poco más de farlopa para sentirse mejor, el alcohol y el cristal le nublaban y la coca le devolvía algo de lucidez.

El aludido, desde el asiento del copiloto, no puso objeción alguna a su sugerencia y rápidamente tomó la bolsita que Andrei, que no se perdía una, le tendía. Christian lo vio volcar parte de su contenido en la carátula de un CD que hacía rato había sacado de la guantera y dibujar cuatro líneas simétricas con su tarjeta de crédito.

—Dadme un billete.

—Levantate un poco. —Susurró Christian al oído de Eric antes de que este se impulsara sobre sus rodillas para elevarse de su regazo lo justo para que pudiera sacar un billete de 20 euros de su bolsillo. —Lo quiero de vuelta. —Dijo esta vez más alto para que los demás lo oyeran.

Jonás se limitó a esbozar una mueca desinteresada y tomar el billete que Christian le ofrecía, enrollarlo sobre sí mismo, llevárselo a la nariz y aspirar una raya que creyó ver que era algo más gruesa que las demás. No le extrañó en absoluto, quien parte y reparte siempre se lleva la mejor parte.

Jonás le puso el CD a Andrei debajo de la nariz y este, sin soltar el volante, aspiró otra de las líneas sin molestarse en usar el billete como todo un profesional. Después pasó el CD junto con los 20 euros hacía atrás, Eric lo tomó inmediatamente y no dudó en esnifarse la suya, antes de tenderle a Christian la última que quedaba. Imitó a sus compañeros y luego sacó un cigarrillo, lamió un poco el papel y lo restregó por la carátula del CD para impregnarlo con los restos de cocaína dispersos que habían quedado. Lo prendió, aspiró, y sonrió cuando sus dientes y encías empezaron a adormecerse. Eso era justo lo que necesitaba. Dio algunas caladas más y luego se lo pasó a Eric, que por fin se bajó de sus piernas y se tumbó como podía en aquel estrecho habitáculo, con las rodillas dobladas chocando con la puerta y la cabeza apoyada sobre su regazo. Jugueteó distraídamente con la cadena de plata que el rubio siempre llevaba al cuello, enrollándola entre sus dedos mientras miraba fijamente las volutas de humo que el chico exhalaba, un cosquilleo relajante le recorría el cuerpo y se sentía bien, estaba a gusto, estaba feliz, la sonrisa bobalicona no se borraba de su rostro.

—¿Sabéis qué? Creo que esto de hacerse rayas tiene los días contados. Ya nadie compra CDs

Se rio de su propio chiste y de la negación de cabeza de Eric que volvía a rodar los ojos. Tal vez estuviera demasiado borracho.

Quédate Conmigo (HIATUS)Where stories live. Discover now