Capitulo XII

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Una copa, dos, tres, cuatro... Y luego perdió la cuenta.

Estaba borracho, demasiado borracho. Se tambaleaba, y cada vez que intentaba hablar la voz le salía pastosa y arrastraba las palabras. Pero no importaba, no importaba porque así estaba feliz, en ese estado nada le importaba una mierda, todo le daba igual y lo único que sentía era la necesidad de seguir ondulando su cuerpo al ritmo estridente y acelerado de la música House.

Rey no se había despegado de él en toda la noche, bailaban, mucho más pegados de lo que la música demandaba, pero eso no le molestaba en absoluto. En un momento dado, el Adonis perfecto había sacado una bolsita llena de pirulas, y Christian se había metido una en la boca sin dudarlo ni un instante. Quizás eso había sido un error, mezclar pastillas con alcohol no era la mejor de las ideas, y el sudor frío que ahora recorría su cuerpo parecía empeñado en recordárselo.

Se tambaleó y los brazos de Rey le rodearon la cintura, el chico parecía estar por todas partes, envolviéndole, llenándolo todo de su aroma, mezcla de sudor, alcohol y perfume dulzón. Christian estaba empezando a agobiarse.

—¿Estás bien? —Rey preguntó, hablando demasiado cerca de su oreja, su aliento golpeándole la piel.

—Necesito una raya. —Manifestó más para sí mismo que para su interlocutor. Tenía la vista distorsionada, el corazón le latía demasiado deprisa, y sentía las extremidades como si estuvieran hechas de algodón.

—¿Llevas algo encima? Yo soy más de pastillas que de farlopa, no tengo nada. —Christian asintió, palpando el pequeño bolsillo del frontal de sus vaqueros, donde tenía bien guardado el gramo de coca que había preparado antes de salir.— Ven, vamos.

Rey lo agarró de la cintura, medio arrastrándolo a través del gentío mientras lo guiaba hasta el baño, abría uno de los cubículos, y entraba con él en el minúsculo habitáculo.

El lugar era lo más insalubre que uno podía imaginar. Todo allí dentro apestaba a meados, el suelo estaba mojado, y había restos de suciedad por todas partes, pero Christian apenas si se percató de lo antihigiénico de la situación, ocupado como estaba en sacar su teléfono y limpiar la pantalla para poder volcar la cocaína encima. Sacó la bolsa y trató de echar sobre el teléfono parte de su contenido, pero las manos le temblaban y a punto estuvo de tirarlo todo en aquel suelo asqueroso.

—Deja, yo lo haré.

Rey le arrebató la droga de las manos, y con una facilidad irritante, en apenas unos segundos preparó una raya perfecta, valiéndose únicamente de una tarjeta que sacó de su cartera.

—Ponte una tú también. —Lo menos que podía hacer era invitarle, pero el Adonis negó con la cabeza.

—No tomo cocaína, esa mierda te jode la vida.

No pudo evitar soltar una carcajada amarga tras escuchar semejante comentario. La vida ya se las apañaba bastante bien para joderse sola, la cocaína era lo que tomabas para que no te importase. De todos modos, prefirió no decir nada, en su lugar, extrajo un billete de su cartera, lo enrrolló en forma de tubo, y esnifó sin pensárselo demasiado.

El conocido amargor le bajó por la garganta y volvió a sentirse en casa. Era un yonqui de mierda, lo tenía asumido, pero no encontraba motivos para dejar de hacer lo que hacía o cambiar de estilo de vida. ¿Para qué? ¿A quien iba a importarle?

—Hazme otra. —Pidió tendiéndole de nuevo a Rey la bolsita.

—¿Seguro? —El chico parecía preocupado, le estaba mirando de una forma demasiado intensa, y no en el buen sentido— Llevas ya mucha mierda dentro, te va a dar un chungo.

Quédate Conmigo (HIATUS)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora