Capitulo X.

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Ya había anochecido cuando Christian regresó a su habitación del motel con paso tambaleante. No le sorprendió encontrarla vacía, Eric le había llamado varias veces a lo largo del día. Las dos primeras llamadas las ignoró, y a la tercera directamente apagó el teléfono.

El coche de Jonás no estaba en el aparcamiento cuando llegaron, así que daba por sentado que se habrían ido juntos a alguna parte. Le jodió profundamente sentirse decepcionado por eso ¿Que pretendía? ¿Que lo esperase? ¿Cuántas hostias más necesitaba para darse cuenta de que a Eric iba a su bola sin contar con él?

Se golpeó la rodilla con la mesita de noche al pasar por al lado y maldijo entre dientes. Estaba borracho, realmente borracho, había pasado todo el día bebiendo y fumando en un bar de mala muerte, y Andrei seguía insistiendo en que debían salir esa noche por Valencia. Por suerte, Christian solo tenía veintidós años, y su cuerpo estaba acostumbrado a encadenar varios días de fiesta. Solo necesitaba una ducha, una lata de Red Bull y un par de rayas de coca para volver a estar como nuevo. Además, el rumano le había dado un buen pico de pasta por el porte, y el dinero le quemaba en los bolsillos, deseando ser decadentemente dilapidado.

Arrojó las prendas sin orden ni concierto por toda la habitación mientras se desnudaba y le agradeció a un dios en el que no creía cuando el agua fría le cayó por la cabeza, devolviéndole un poco de cordura a su cerebro nublado de alcohol.

Estuvo allí dentro bastante rato, dándole vueltas a la cabeza hasta que empezó a tiritar y tuvo que abrir el grifo del agua caliente. Aquello no fue buena idea, el calor y el vapor de la condensación pronto le sumieron en una sensación de modorra y confort que le dio sueño, y no, no podía tener sueño ahora, lo que necesitaba era activarse, así que, volvió a poner el agua a la temperatura de los glaciares de la Antártida y tras un último remojón, regresó a la habitación con tan solo una toalla enrollada a la cintura.

La imagen con la que se encontró le dieron ganas de volver a la ducha y ahogarse dentro.

Creía que aún contaba con algo más de tiempo a solas, pero no, Eric ya estaba de vuelta de donde fuera que hubiese ido, y ahora se encontraba sobre la cama, completamente vestido, con sus vaqueros rotos favoritos y una camiseta gris con el logo de una conocida marca en el pecho. Jugueteaba distraído con su teléfono móvil en actitud aburrida.

No hizo ademán alguno de saludarle, ni siquiera le miró, y Christian se sintió desnudo en más de un sentido. Maldita fuera su suerte.

—Hola. —Consiguió articular por fin mientras se dirigía hacia su mochila tirada en el suelo y sacaba algo de ropa a toda prisa. Que absurdo le parecía todo, como si Eric no le hubiera visto desnudo millones de veces, la última esa misma mañana.

—Creí que ibas a volver pronto. —Respondió a su saludo con voz desapasionada y la mirada aún fija en la pantalla de su teléfono.

—Ya, si, bueno... La cosa se ha alargado más de lo que esperaba. —Balbuceó tratando de sonar indiferente, no tenía ganas de darle explicaciones y tampoco creía que se las debiera.

—Te he llamado. —Su voz seguía sonando fría y desinteresada, pero Christian detectó cierta tensión en ella. Supuso que a Eric le molestaba que hubiera desaparecido todo el día sin dejarle apenas un par de micras de coca para pasar el tiempo.

—Me quedé sin batería. —Mintió, cada vez empezaba a sentirse más molesto.

Eric por fin desvió la vista de su teléfono y se dignó a mirarle. Era una mirada desagradable, más fría que el corazón de un asesino, sin en el más mínimo atisbo de compasión en ella.

—Lo que tú digas. —Le espetó. Y volvió a centrar la atención en su teléfono.

—¿Donde has estado tú? —Preguntó tras unos instantes de silencio incómodo. El ambiente estaba enrarecido, era hostil, y toda esa situación le estaba poniendo de los nervios.

Quédate Conmigo (HIATUS)Where stories live. Discover now