Capítulo XIII

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Le costó unos eternos cinco segundos recuperar el habla. El tono de voz de Eric había sonado casual, pero su mirada no decía eso, ni mucho menos, allí dentro se estaba gestando una tormenta, el rubio era el epicentro, y con toda probabilidad, Rey sería el daño colateral.

—Oye, ve saliendo tú, nos vemos en unos minutos. —Instó a Rey a salir, tratando de protegerle de la lluvia de mierda que estaba a punto de caerle encima.

El aludido compuso un gesto extrañado, mirándolos alternativamente a uno y a otro. Después soltó un bufido enfadado y se giró completamente para encararle con cara de pocos amigos.

—No me jodas. ¿Es tu novio?

—No. No lo es. —Respondió sin apartar la mirada del rubio, percatándose del destello rabioso que brilló en sus ojos cuando escuchó la impertinente pregunta.

—Mira tío, yo paso de dramas. —Rey esta vez se había dirigido exclusivamente a Eric, como si su opinión sobre el asunto tuviera más importancia que la suya propia, y a Christian eso le irritó sobremanera.— No sé que clase de rollo tenéis y no tenía intención de meterme en medio.

Eric ni siquiera se dignó a responder, se limitó a lanzarle una mirada desagradable, fría como el hielo, y Christian vio a Rey recular intimidado. Eso le irritó aún más.

—Te he dicho que no es mi novio, y no tenemos ningún rollo de ninguna clase. —Intervino. Su cabreo escalando niveles a velocidad alarmante— Solo hemos follado un par de veces, no tiene importancia.

Para su sorpresa, Eric rió, una carcajada irónica, tan desagradable como todo en él en ese momento.

—¿Un par de veces? Un par de cientos de veces más bien.

—Rey, por favor, sal de aquí. Iré a buscarte enseguida.

Obtuvo como respuesta una mueca de asco y un resoplido desdeñoso del chico al que había estado metiendo mano hacía unos instantes.

—¿Sabes qué? No te molestes. —Le espetó antes de salir por la puerta con aire ofendido

Se quedó mirando la puerta como un pasmarote durante unos instantes, incapaz de creer que las cosas se hubiesen torcido tanto, que hasta eso le hubiese salido mal. La rabia escaló y escaló por sus venas hasta alcanzar niveles estratosféricos, y para cuándo su mirada volvió a fijarse en Eric, las manos ya le temblaban y todos sus poros sudaban adrenalina.

—¿¡Que cojones quieres de mí, Eric!? —Preguntó a gritos, exasperado, frustrado y sobre todo muy muy cabreado.

—¿Qué qué quiero de tí? —Repitió con calma pasmosa, su tono de voz peligrosamente bajo.— Esa pregunta debería hacerla yo ¿No crees? Primero la estupidez que intentaste hacer anoche, luego me ignoras, y ahora esto. Ya veo que te has empeñado en terminar con lo que teníamos de una forma o de otra.

Si antes sentía que estaba bordeando su límite, ese último comentario lo sobrepasó con creces, no recordaba la última vez que había estado tan enfadado. Ese pedazo de imbécil se había atrevido a insinuar que todo era culpa suya, que era él quien quería terminar con todo y estaba buscando excusas. Como si no hubiera intentando convertirlo en algo más hacía apenas un día, como si no hubiera sido él quien lo rechazó de plano, como si le interesase algo más que la puta droga gratis.

La bilis le subió por el esófago y se concentró en su garganta, adoptando la forma de una risa, una risa cruel, fría y desagradable que le sonaba ajena a sí mismo. Era incapaz de reconocerse en esa risa.

—Claro... Esto es un gran problema para tí ¿Verdad? Por eso has entrado aquí a joderme el polvo. —Habló bajo la ceja arqueada del rubio, dando rienda suelta a toda la crueldad que podía soltar.— Si paso de tí, pierdes a la gallina de los huevos de oro.

Quédate Conmigo (HIATUS)Where stories live. Discover now