Capítulo VIII

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Una pequeña aclaración antes de empezar. En este capítulo, hay varios fragmentos escritos en rumano. La traducción está abajo en las notas finales, pero de todos modos, la pondré también en los párrafos correspondientes dentro de la sección de comentarios para facilitar la lectura

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Andrei aparcó el coche en una callejuela llena de baches y socavones, frente a una pequeña casita de una sola planta y paredes encaladas que no tenía pinta de ser del todo habitable. Aquello parecía una casa ocupa, a Christian no le habría extrañado encontrarse media docena de perros vagando por el jardín y un puñado de rastafaris con porros entre los dedos y haciendo malabares con pelotas de tela, pero algo le decía que no era ese el tipo de habitantes lo que iba a encontrarse allí dentro.

—¿Algo que deba saber? —Preguntó cuando Andrei detuvo el motor y se desabrochó el cinturón.

El rumano se quedó pensativo un instante.

—No... Nada especial en realidad. —Mientras hablaba, se bajó del coche, tomó su mochila del maletero y comenzó a andar hacia la casa. Christian tuvo que apresurarse a seguirle antes de que entrase sin él.— Tú solo déjame hablar a mí y... Sobre todo no te quedes mirando a Mihai como si fuese un mono de feria, no lo soporta.

—¿Quién es Mihai? —Preguntó ya frente a la puerta.

El rumano se giró para mirarle y esbozó una sonrisa maliciosa que le dio escalofríos.

—Lo sabrás en cuanto le veas.

Christian iba a protestar por esa respuesta tan ambigua, pero su boca se cerró sin pronunciar palabra cuando Andrei llamó a la puerta golpeándola con el puño cerrado y escuchó una voz al otro lado hablandoles en un idioma que no comprendió.

Frunció el ceño, ¿Se suponía que quien sea les estaba hablando a ellos? Iba a preguntar que de que iba todo eso, pero Andrei se adelantó, respondiendo sin titubeos a su interlocutor.

¡Deschide ușa, cacanar¡ ¡Eu sunt!*(1)

—¿Pero qué cojones...? —Comenzó a preguntar Christian, solo para enmudecer un instante después cuando la puerta se abrió por fin, y tras ella apareció el tipo más grande que había visto en su vida.

Debía medir casi dos metros y pesar más de cien kilos, no estaba especialmente musculado, más bien diría que estaba gordo, pero era grande, enorme, un puto gigante, y sus antebrazos tenían más o menos la misma circunferencia que los muslos de Christian. Pero eso no era lo peor, lo más impactante de todo, lo que verdaderamente daba puto miedo, era su cara. Tenía la tez oscura y los ojos marrones, una nariz grande y prominente y una boca de labios finos que ocultaban un puñado de dientes torcidos y amarillentos. No habría nada destacable ahí, de no ser por la escandalosa cicatriz que le cruzaba el rostro de lado a lado, pasando por la cuenca vaciada donde en algún momento debió haber un ojo, pero en la que ahora solo se veía una esfera de cristal negro que le daba aspecto de personaje de película de terror.

Christian tragó saliva, impactado por la imponente imagen y estuvo a punto de retroceder un par de pasos por pura inercia cuando un codazo en las costillas proveniente de su amigo lo hizo salir de su estado de shock.

Ignora acest nemernic, el este prietenul meu Chris, este inofensiv*(2) —Habló de nuevo Andrei en el aquel idioma extraño, dirigiéndose exclusivamente al gigante, para luego retornar su mirada hacia él y cambiar a español como si nada— Chris, este es Mihai, mi hermano.

Quédate Conmigo (HIATUS)Where stories live. Discover now