Margaritas

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Sentada tras su escritorio miraba atentamente la pantalla de su teléfono como esperando mágicamente una señal, más específicamente un mensaje de su mejor amiga diciéndole que ya estaba de vuelta. Se moría de ganas de verla, no podía esperar a tenerla de frente aunque también estaba nerviosa.

Ahora que había admitido para sí misma como para sus amigas que sus sentimientos por la rubia iban más allá de la amistad era como si su mente se encargara de revisar cada suceso, cada situación, cada mirada y caricia que a través de los años habían compartido y ahora viéndolo desde esta nueva perspectiva no podía creerse que no se había dado cuenta antes.

Ellas siempre tuvieron una amistada especial desde el día que se conocieron en la habitación de la agente de bienes raíces, habían sido inseparables desde entonces y aunque siempre había esto platónico entre ellas, ese juego y tensión, siempre supieron que una amistad era mejor para las dos.

Para entonces Amelia aún seguía descubriendo formas de su sexualidad, pasó de salir con chicos a enrollarse con chicas también, hasta que finalmente comprendió que las mujeres simplemente se le hacían mucho más atractivas e inteligentes y no hubo vuelta atrás; para Luisita siempre fue muy claro que le gustaban las mujeres y aún así siempre estuvo en relaciones formales con hombres, por alguna razón nunca se había decantado por intentar formalizar una relación con una mujer.

Así pues su relación se sostuvo en la confianza que había entre ellas desde el principio, el instinto de protección hacia la otra, una química inigualable, se llevaban bien, se cuidaban la una a la otra, se ayudaban con sus ligues y podían ser ellas mismas estando con la otra. En definitiva su relación era especial, así concluyó Amelia luego de darle vueltas a la cabeza sobre el tema.

-No porque lo mires durante horas hará que esté aquí antes, sabes? - Andrea dijo en tono burlón estando sentada frente a su jefa.

La morena movía la pierna abajo hacia arriba nerviosamente, conteniendo las ganas de comerse las uñas. - Ay calla. - Se quejó luego de mirarla de reojo a la pelinegra. - Es que me dijo que me avisaría y han pasado horas. -

-Tú la paciencia poco, no? - Se rió Andrea. - Ya te avisará mujer, relaja un poco. -

-De hecho, de las dos la impaciente siempre es ella e impulsiva también. - Sonrió recordando.

Andrea sonrió con ella para luego ponerse seria. - ¿Ya sabes lo que le vas a decir? - Quiso saber.

Amelia negó mordiéndose el labio inferior. - Es que, qué le digo? Ey Luisi, te acuerdas cuando pensaba que eras mi mejor amiga? Pues resulta que lo que realmente quiero es comerte la boca... y otras cosas más. - Se recostó contra su silla con cara de circunstancia.

-No, no cuela. - Andrea se echó a reír. - Pero a ver, ya serias. - Amelia sonrió divertida. - Tú el romanticismo lo llevas en el culo por lo que entiendo. Hija como le vas a decir eso por favor. - Se quejó ella.

-Ay yo que sé, Andrea, estas cosas se me dan fatal. - Se pasó la mano por los rizos. - Yo lo único que sé es que no me quiero callar esto que siento, sabes? Siento que tengo que decírselo y ver si ella está igual que yo... y si no lo está pues... - Arrugó la cara con tristeza.

-Ey no vayas por ahí que te agobias. - Andrea se inclinó colocando las manos sobre el escritorio para agarrar su mano. - Una cosa a la vez, Amelia. - La vio respirar profundo. - Una cosa si te pregunto, tú estás completamente segura esto que sientes? - Amelia la miró atentamente. - Lo digo porque imagina que le sueltas todo esto y al final pues no es así. -

-Lo estoy. - Suspiró. - Ya me conozco los síntomas. -

Andrea frunció el ceño. - Espera, qué? -

-Pues sí, estar enamorada es como una enfermedad y toda enfermedad tiene signos y síntomas. - Alegó la morena. - Por ejemplo, el insomnio, la inhabilidad para concentrarse en tareas simples, la respiración agitada y el corazón acelerado cuando ves o piensas en la persona que tiene tu afecto. - Continuó. - Nuestro sistema nervioso central actúa en consecuencia, envía reacciones a nuestro cuerpo, por eso no dormimos, no comemos, no pensamos con claridad, soñamos con esa persona y nuestros pensamientos siempre están en bucle con lo mismo. -

Bandolera Where stories live. Discover now