La Intensidad Bolleril

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Entró al baño con la respiración algo entrecortada y las lágrimas a la bahía, su cabeza le daba vueltas y sabía que no era debido al vino, no, era mucho peor que eso. Luisita se iba... se iría con otra persona y le dejaría a ella y todo eso que había recientemente descubierto llevaba albergando por ella.

Pero ¿qué coño le pasaba a su amiga? ¿Cómo es que podía siquiera contemplar la idea? Para ella, toda aquella situación era simplemente absurda.

Sacudió la cabeza y se instó a tranquilizarse, abrió la llave y metió las manos en el agua fría sintiendo el contraste de su piel que ahora se sentía caliente, después de un rato cerró la llave y allí se quedó mirándose al espejo y por un momento no se reconoció. Esa no era ella, ella no era de las que se encerraba en los baños a llorar por una chica, ella no era de las que se agobiaba por los dramas de los demás. No, ella era relajada y todo se la sudaba, lo único que siempre le ha importado es pasarlo bien y no darle vía libre a quienes intentan cambiarla.

Ella era una Bandolera, libre como el viento, ella se reía del amor y los sentimientos y los bollodramas intensos. Ella no era esa persona del espejo... Excepto que sí lo era.

Ahora mismo, lo era.

La puerta del baño se abrió y entonces el reflejo de su inconsciente mejor amiga/ la chica de la que estaba enamorada le saludó con una sonrisa tímida y nerviosa. - Flor, déjame explicarte. -

Amelia se dio vuelta apoyándose en el lavado y se cruzó de brazos. - Es una locura, lo sabes ¿verdad? - Levantó el mentón. El agobio se le estaba volviendo fácilmente en rabia. - Por favor dime que lo que acaba de decir tu hermana no es cierto y no piensas casarte en menos de un mes y mucho menos mudarte a otro país. -

-Amelia...

-Es que coño, Luisita, ¿en qué estás pensando? - No la dejó hablar. - ¿Qué está pasando realmente? Esto está muy raro, tú no eres esta persona, eres impulsiva eso se sabe, pero esto ya es otro nivel, chica, esto raya lo absurdo de verdad. - Negó con la cabeza mientras fruncía el ceño.

-¿Me vas a dejar hablar o esto es solo un monólogo? - Luisita se cruzó de brazos también, ella esperaba incomprensión por parte de su amiga, pero tanto como enojarse por querer ser feliz, no se lo esperaba para nada.

-Es que no entiendo cuál es el afán. - Elevó las manos dejando salir una risita nerviosa. - ¿Por qué tantas prisas para todo? ¿Es que acaso estás embarazada? - Preguntó de la anda.

Y la rubia se acercó a ella con cara de consternación. - De la virgen de chueca será. - Respondió sarcásticamente. - ¿Pero de qué coño hablas, mujer? -

-¡Es que no entiendo nada! - Dijo exasperada. - Acaso tiene esta chica una enfermedad terminal y quieres cumplirle su último deseo antes de morir? -

-Pero quieres parar, no, no es nada de eso. -

-Es hija de la mafia y se a obsesionado contigo y te obliga a casarte con ella, ¿es eso? -

Luisita no pudo evitar reírse esta vez. - Que no, que no, que dejes de decir tonterías. - Se acercó a ella de nuevo. - Necesitas dejar de ver culebrones mexicanos con Andrea, amor. - Volvió a reírse ya a carcajada limpia.

Pero Amelia no reía, al contrario, se veía mucho más frustrada. - ¿Entonces qué es? Porque esto no tiene ningún sentido. -

Luisita agarró sus hombros para que la mirara a los ojos. - La respuesta es muy simple, flor. - Amelia esperó. - Me he enamorado. - Se encogió de hombros sonriendo tiernamente.

La cara de Amelia pasó de frustración e incomprensión a una de asco total, era una mueca entre el desprecio y la incredulidad. - No acabas de decir semejante pavada por favor. - Rodó los ojos

Bandolera Où les histoires vivent. Découvrez maintenant