Hay que joderse

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-¿Estás lista para lo que viene? – Preguntó Luisita a una Amelia que la miraba de reojo silenciosamente.

-La intensidad amiga. – Bufó la morena.

-Bueno las lesbianas saben un poco mucho de eso, ¿no? – Soltó una risita.

-No sé, a mi me gustan otro tiempo de intensidades, que quieres que te diga. –

-Bueno que da igual. – Sacudió la mano. – ¿Le vas tú o le voy yo? –

-¿Arriba o abajo? – Amelia le dedicó una miradita llena de picardía antes de echarse a reír.

-Arriba siempre. – La rubia le respondió con chulería.

-Mmmm i know. – Movió las cejas de arriba abajo y Luisita le sonrió de lado. – Pero que no te engañes eh. – Levantó el dedo índice para enfatizar.

-Hombre claro que no, no es la posición sino lo que hagas en ella. – Le guiñó el ojo.

Amelia asintió con orgullo. – Me encanta que lo tengas claro. – Se inclinó a ella susurrándole. – Vamos a ello. – Se alejó con un suspiro pesado.





Se acabó la canción y los ojos de la rubia se abrieron, su pecho subía y bajaba rápidamente por razones diferentes, había pánico allí, la expresión propia de cuando te das cuenta de lo que has hecho y se te dibuja el arrepentimiento multiplicado a diez veces más.

Amelia soltó sus mejillas y como si de una liberación se tratase, Luisita retrocedió asustada empezándose a agobiarse, agachó la mirada y salió de allí como alma que lleva el diablo dejando a una Amelia aun con el hormigueo de aquel beso aún en los labios.

Las amigas se acercaron a una Amelia plantada allí como si sus pies estuvieran fijos en el piso de esa discoteca. – Pero mujer, ¿qué haces parada ahí todavía? – Prácticamente le gritó Marina que iba un poco perjudicada por los shots.

-¡¿Amelia?! – Andrea chasqueó los dedos en su rostro como para sacarla del trance. – Espabila chica, has algo. –

-Amelia, es ahora o nunca. – Alina puso las manos en los hombros de su amiga logrando que la mirara.

Y aquello último parecía haber hecho el truco, Amelia espabiló rápidamente y recuperó el aliento que parecía haber perdido por unos segundos allí. Asintió y salió corriendo de prisa fuera del local, miró calle arriba y calle abajo y no había señales de la rubia, sacó su teléfono rogando a que su amiga al menos le diera la oportunidad de una conversación, pero sabía que era probable. Conocía a Luisita lo suficiente como para saber que en momentos de agobio se aislaba de todo hasta sentirse lista para afrontar lo que sea que fuera la situación.

Y así fue, el teléfono de Luisita fue directa al buzón de mensajes, lo intentó dos veces más en vano y tuvo el mismo resultado mientras iba caminando y mirando a ver si la encontraba por allí todavía, pero nada, no hubo forma.

Se decidió a volver al hotel, le envió un mensaje rápido a las demás para no preocuparlas y que volvieran cuando quisieran, el nudo en la garganta la acompañó todo el camino de vuelta dándole vueltas a la cabeza todo lo que había ocurrido y la intensidad de aquel baile que terminó por desata todo lo que había desatado.

Al llegar al hotel nerviosamente hizo el camino a la habitación de su amiga, pero nuevamente se había encontrado sin respuestas puesto que la rubia no estaba allí, resignada se fue a su habitación, se quitó la ropa y se metió a la ducha.

Luisita por su parte, al verse de frente con una realidad que ya no podía ocultar no tuvo otra reacción que no fuera el pánico absoluto, había salido de aquella discoteca como si estuviera bajo fuego y literalmente su piel ardía, se abrazó a sí misma mientras caminaba apresuradamente calle abajo con los pensamientos y las sensaciones por todas partes.

Bandolera Where stories live. Discover now