Parker

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¿A donde se va cuando duele el corazón? Al cardiólogo pensó Amelia cuando vio la pregunta en su TL de Twitter aquella mañana, apenas iniciaba su día y ya tenía mala cara. Llevaba quince minutos haciendo pereza en la cama tratando de retrasar aquel día, pero sabía que inevitablemente tenía que ponerse en marcha pronto... Pero no antes sin abrir el periódico matutino, es decir Twitter.

Y por los dioses lesbianisticos que no podía comprender como es que recientemente todo lo que le salía allí era relacionado al engaño, al desamor y tonterías como la anterior pregunta. Para ella era simple, si te duele el corazón vas a un cardiólogo, pero Alina probablemente le habría dicho sobre su metafórico corazón y entonces allí no tendría respuesta.

Porque la realidad es que no lo sabía, no tenía idea de qué hacer con las nuevas noticias de su mejor amiga, no tenía idea de que hacer con esa carga emocional que tenía sobre sus hombros y mucho menos con aquellos sentimientos recientemente descubiertos, ella solo sabía que estaba... enojada, sí, enojada con ella misma por haber tardado en darse cuenta cuando tenía todo frente a sus narices.

Y también estaba enojada con Luisita, ¿cómo se atrevía? Aparecerse allí con esa chica divina, elegante, humilde, altruista y despampanante, como intentando restregársela por la cara. Torció la cara de solo pensarlo. Maldijo esa capacidad de su mejor amiga de enamorarse tan rápidamente de todo el que le da un poco de atención a la primera.

Estaba enojada, fastidiada y sí, le dolía el corazón un poco también.

Pero prefirió quedarse con el enojo y tragarse todo lo demás porque en pocas horas tenía que ir a pasar el día fingiendo sonrisas y ser una buena amiga a la novia de la persona de la que estaba enamorada. Que suerte la suya, pensó.

Dejó el teléfono en la mesa de noche y con pesadez salió de la cama y se metió en la ducha. Ella no renuncia a nada y esta no sería su primera vez, así que, aunque no tenía ni la menor idea de que camino seguir, si tenía claro que no renunciaría tan rápidamente, no al menos hasta no agotar sus opciones.

Luego de salir de la ducha se puso ropa casual y tomó sus cosas, las gafas de sol le acompañaron en su viaje en carro hasta su destino final y antes de bajarse del mismo comprobó los mensajes que tenía de parte de Andrea y Luisita, no contestó a ninguno y del maletero sacó lo que necesitaría.

Hacía un día caluroso, el sol resplandecía en lo alto haciéndola arrugar el ceño mientras caminaba hasta encontrarse con sus amigas y una vez cerca Andrea fue la primera en verla. – ¡Vaya! Al menos sé que estás viva, mujer. – Le Dijo nada más tenerla cerca.

-Chica que exagerada. – Amelia dejó sus cosas al lado de las chicas. – Sabías que vendría. –

-No, yo supuse que venías, pero no me habías confirmado nada. – Refutó la pelinegra.

-Bueno, ya estoy aquí, que más dará. – Se quejó la morena con fastidio.

-Comimos alacranes de desayuno por lo que veo. – Andrea hizo una mueca a lo que Amelia puso los ojos en blanco.

-No he ni tomado café aun, así que no me molestes, Andreína. – Le chinchó con esa versión de su nombre que poco le gustaba.

-¡Oye no te pases! – La señaló con el dedo.

Amelia se rió brevemente, era la primera sonrisa genuina desde que se despertó y probablemente sería la única que tendría en todo el día. Suspiró pesadamente pensando en ello. – Buenos días chicas. – Saludó a Marina y Alina que hablaban entre ellas entretenidas.

O mejor dicho Alina hablaba mientras Marina fingía escucharla detrás de sus enormes gafas de sol y con una mueca de disgusto. – Calla que se me revienta la cabeza. – Se quejó en medio de su resaca.

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