La Despedida

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Amelia se encontraba detrás de su escritorio con la pantalla del computador en un Word en blanco, tenía sus gafas de lectura en el puente de la nariz y sostenía su rostro con una mano, con una expresión de aburrimiento en el rostro. Sabia que tenía muchas cosas que hacer y sin embargo las ideas simplemente no le fluían así que mejor no hacia ninguna y prefería procastinar.

Sin embargo, aquellos días se le estaba haciendo más difícil incluso cumplir con su trabajo, allí llevaba toda la mañana sentada y no había adelantado casi nada. ¿La razón? Muy sencilla, seguía pensando en su mejor amiga.

Tocaron a su puerta y resopló, no quería ver o hablar con nadie, quería silencio, aunque el ruido de su cabeza le dejara casi sorda. - Adelante. - Dijo muy a su pesar pensando que podría ser Andrea. La puerta se abrió y levantó la vista y no fue precisamente a Andrea a quien encontró en el umbral de la puerta de su oficina. - Luisita, ¿Qué haces aquí? - Preguntó con el ceño fruncido enderezando la espalda.

La rubia sonrió tímidamente adentrándose en aquella oficina. - Bueno, es que han sido unas semanas muy ajetreadas y ya sé que me has dicho que estás ocupada, pero es que te echo de menos Amelia. -

Amelia alzó la ceja. - Pues creo que deberías habituarte, en unos días te mudaras y harás tu vida como una mujer casada, ¿no? - Se recostó en su silla.

Luisita miró al techo suspirando pesadamente. - Ya veo. - Caminó hasta su escritorio. - Te he traído unos churritos para merendar con cafecito o chocolate o con lo que quieras realmente y puedes estar enojada conmigo o lo que quieras, pero no los vamos a comer, vamos a hablar como siempre lo hemos hecho. - Respiró. - Y luego te voy a sacar de esta oficina para almorzar y pasaremos el resto del día juntas porque extraño mi amiga y me voy a casar, me voy a mudar y no quiero que sigas enojada conmigo cuando todo esto pase. -

Se hizo el silencio, ambas mirándose casi retando a la otra con la mirada hasta que Amelia decidió volver a hablar. - Le puedes estar haciendo la competencia a Kendrick Lamar con ese rapeo que te acabas de mandar. -

La agente de bienes raíces sonrió más ampliamente, levantó la bolsa de papel marrón con los churros. - Sí a los churros ¿o qué? -

-No creo que tenga muchas opciones, la verdad. -

-Nope, no tienes. - Luisita negó encogiéndose de hombros con una sonrisita. - No tienes más opción que quererme. - Le guiñó el ojo.

A Amelia se le hizo un nudo en el estómago. - No lo sabes tú bien. - Fue todo lo que pudo contestar.

Despejaron el escritorio de la morena y pidieron un par de cafés para compartir los churros mientras hablaban distendidamente mientras comían. - Oye por cierto, ya tengo algunas casas que he pensado te podrían gustar. - Le dijo la rubia a su amiga.

-¿Ah sí? - Luisita asintió a media mordida. - ¿Y cuándo empezarás a mostrármelas? -

-Pues cuando me digas que tienes tiempo y me des las especificaciones concretas de lo que quieres, muchacha. - Se echó a reír.

-Me conoces bien, Luisi, creo que sabes lo que me gusta. -

-Sabía. - Acentuó y Amelia la miró sorprendida. - Es que, por ejemplo, no tenía idea de que quisieras comprarte una casa, con lo que te gusta tu apartamento de soltera. - Se encogió de hombros desviando la mirada.

Amelia se la quedó viendo con los ojos entreabiertos y decidió ondear aquellas aguas. - Mmmm pues no sé, capaz es que no quiero seguir estando soltera. -

Luisita la miró de inmediato con los ojos agrandados. - Si hombre. - Se rió incrédula. - Tú, la Bandolera, queriendo decirle adiós a su libertad. -

Bandolera Where stories live. Discover now