Prólogo

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Desde pequeña Kim Yuna estaba convencida que conseguiría todos los objetivos que se propusiera en la vida

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Desde pequeña Kim Yuna estaba convencida que conseguiría todos los objetivos que se propusiera en la vida. Había nacido en una familia acomodada y amorosa, era la luz de los ojos de su padre quien siempre la alentaba y consentía. Era inteligente, tenía carácter y era muy bonita. Había transitado así veintiséis años.

Su graduación estaba a la vuelta de la esquina, y no recibiría cualquier título, no. Estaba a punto de terminar su doctorado, en tiempo récord y con honores. Por eso su padre le había prometido ese viaje como regalo si podía mantener su status hasta el final de la carrera. Por meses fue en lo único que pensó, lo deseaba y soñaba tanto que era en todo lo que podía enfocarse en sus ratos libres. Sus amigas y ellas lo planearon todo. Kim Yuna cumpliría veintisiete años entre los viñedos y las playas espectaculares de Sicilia, una isla al sur de Italia. Entonces habría tocado la cumbre del éxito, ese éxito al que se abrazaría por siempre.

O eso era lo que pensaba.

Sicilia se convertía en un lugar mágico cuando las estaciones cálidas llegaban, ni la reserva de los turistas por ser la cuna de la mafia detenía a los lugareños de los recibimientos cálidos. Mostraban con orgullo ese suelo pisado por los emperadores, lleno de templos, de creencias y de sangre derramada. Ofrecían comida deliciosa, de recetas que pasaban de generación en generación, cosechaban uvas y fabricaban a la vista de todos, el mejor vino del mundo. Amaban al dorado sol que bañaba los mausoleos, pero sobre todo, se jactaban de honrar las tradiciones de su tierra.

Kim Yuna se merecía esas vacaciones, largas y repletas de aventuras, porque se había dedicado a ser perfecta durante mucho tiempo, a cumplir y demostrar que siempre podía. En la cubierta de ese bote de alquiler, se relajó. Y disfrutó de la forma en la que los ojos del joven de piel canela y cabellos enrulados que conducía el timonel se posaron en ella.

Yuna no podría saber si fue por amabilidad o porque era bonita, pero ese chico Antonio de apellido impronunciable para su lengua coreana, se ofreció a pasearlas por los lugares más recónditos y espectaculares. Tampoco le importó demasiado que apenas podían comunicarse cuando dos semanas después de conocerlo, terminó en su pintoresca casa, enredada entre sus sábanas probando su piel con olor a salitre por tantas horas en el mar. Antonio fue amable y considerado, y aunque apenas podían hablar, Yuna entendió que la boda de una de sus primas sería pronto y que estaba invitada a ver el «espectáculo».

No lo entendió en un principio, pero luego ese pequeño pueblo se revolucionó. Un día cuando pasaban minutos de la medianoche, observó desde una plaza una procesión que sumaba peregrinos mientras avanzaba entre cantos, gritos y risas. Llegados a un punto, le abrieron paso a una mujer mayor que, sin tocar la puerta, depositó en el suelo del umbral un cepillo para el cabello. Y luego todos retornaron por donde habían venido. En medio de su confusión, vio a Antonio señalando la puerta, entonces una muchacha con el cabello muy largo salió y tomó el cepillo que abrazó contra su pecho mientras sonreía. «Su suegra la peinará con las ventanas abiertas al mediodía, porque somos demasiados como para entrar todos en la casa». No fue hasta el día siguiente que Yuna vio ese primer ritual finalizar, ante el público expectante la mujer mayor peinó y trenzó el cabello de la muchacha enroscando un listón entre los mechones que terminó atando en un moño elaborado. «Debe quedarse así hasta el día de la iglesia y pasear por el pueblo, significa que está comprometida» le explicó.

Isolato - Taekook (kookv)Where stories live. Discover now