Permiso concedido

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Lincoln se encontraba sentado al pie del árbol frente del jardín de su casa. A su lado estaban las gemelas y enfrente de él, estaba su padre.

—Pero Lincoln, ¿estas seguro que el premio es de treinta mil dólares? —preguntó el señor Lynn con dudas, acepto que Lana participará en el certamen pero no estaba convencido del todo.

Al parecer llevar un traje de ardilla hacía que no lo tomarán en serio. Así que sin más que decir, se lo quitó y lo arrojó a un lado.

—Tan seguro como que los abrazos de la suerte son falsos —dijo muy seguro de si mismo.

Pero en ese instante paso una limusina frente a ellos y disminuyó la velocidad por un momento.

–¡Hey chico de la suerte! —gritaron los señores que ganaron el premio de lotería que se asomaron por el techo del vehículo. —¡Gracias de nuevo! ¡Te amamos! —gritaron al unísono mientras la limo aceleraba y se alejaba a toda velocidad.

Los cuatro estaban con la boca abierta, se quedaron inmóviles por un minuto hasta que Lola se puso de pie y les gritó mientras levantaba su puño.

—¡Tacaños! —iba a seguirlos pero Lincoln la detuvo.

—Cálmate Lola, ellos son libres de hacer lo que quieran con su dinero —dijo de forma tranquila.

La princesa lo miró con enojo y luego al traje. Lo recogió y se lo acercó a su hermano.

—Pontelo, para darte un abrazo y luego ir por un boleto de lotería y ser ricos también —dijo ella con estrellas en sus ojos.

Lincoln rodó los ojos y tomó el traje, pero no se lo puso, si no que lo dejo a un lado.

—Lola, que ellos ganarán fue solo... Como decirlo... Fue solo, ¿suerte? —dijo eso último con una ceja alzada.

Eso solo hizo que Lola se inquietara más.

—¡Anda pontelo, necesitamos suerte! —gritó.

Lincoln suspiro de forma cansada y miro a su padre.

—¿Me ayudas? —le dijo.

Su padre se aclaró la garganta para llamar la atención de Lola, lo cuál funcionó.

—Lola cariño, recuerda que quedamos con Lisa que la buena suerte es una mentira y nada más —las palabras de su padre no parecían convencer a su hija princesa.

Lana solo miraba con aburrimiento la situación y más a su hermana. Pero Lola siguió insistiendo.

—¡De acuerdo! —levanto la voz Lincoln, llamando la atención de todos. —Haremos una cosa. —Se puso el traje y luego abrazó a su padre. —Ahora que Papá tiene mucha "suerte". —Hizo énfasis en esa palabra y luego sacó veinte dólares de su bolsillo y los puso en las manos de su padre. —Irá a comprar un boleto de lotería para que veas que cuándo no gane nada, veas que la suerte no existe y solo son tonterías, ¿de acuerdo?

Lola volteó a ver a Lana, esperaba que ella hiciera lo mismo pero su gemela de gorra solo veía con aburrimiento a Lincoln.

–De acuerdo... —Dijo con pesar Lola. Al parecer Lana aun sigue molesta con ella.

El señor Lynn veía con confusión a su hijo, no se tardaría mucho en ir y venir de la tienda de autoservicio.

—¿Hijo estas seguro? —preguntó.

Lincoln lo miró y le habló confiado.

—Completamente Papá y ahora ve rápido —le pidió.

El señor Loud simplemente se puso de pie, miró el billete por un momento para luego encogerse los hombros y dirigirse a la tienda de autoservicio.

La historia de LanaKde žijí příběhy. Začni objevovat