Epílogo

25 4 2
                                    

Kaede

11 meses después.

Paseo con Akimitsu por la ciudad otoñada mientras pienso en todo lo que ha sucedido desde que venció a Momiji. Sé que aún sigue sintiéndose mal por la flecha que me lanzó, y que alcanzó a Ozuru, pero también sabe, al igual que nosotros, que no fue culpa suya.

—¿En qué piensas, Kaede? —me pregunta sonriendo—. Estás muy callada para ser tú.

—Nada, pensaba en todo lo que hemos pasado para llegar donde estamos ahora.

—Sí, ha sido un camino algo sinuoso. —Me dedica otra sonrisa. Me encanta este nuevo Akimitsu que siempre sonríe.

—Akimitsu —le llamo y me detengo para mirarlo—. ¿Te gusta estar aquí?

—¿A qué viene esa pregunta? —Me mira entornando los ojos—. Claro que sí. Nunca había sentido que encajara en ningún sitio hasta que tú me encontraste y me ayudaste.

Sus palabras me relajan y le cojo la mano.

—Vamos, Otordián —digo echando a correr hacia la Sede—. El Equinoccio de Otoño casi ha llegado y hay que prepararse. Quién sabe cuál será nuestro enemigo este año.

—¡Kaede! —grita Ozuru, que viene corriendo y me abraza—. ¿Dónde estabas? Has tardado mucho.

—Hemos ido a ver cómo estaba el pueblo. La transición al otoño parece estar ocurriendo con total normalidad.

—Llévame contigo la próxima vez. Siempre vas con él. —Señala a Akimitsu con gesto enfadado, pero juguetón.

Akimitsu lo mira divertido.

—No te rías, guardián de la luz. Aún no te he perdonado por la flecha que me clavaste—. Abre la camisa para enseñar la cicatriz.

—Venga, venga, no empecéis —digo yo riendo.

Ozuru vuelve con su hermano y los gemelos se giran para lanzarle un gesto de burla a Akimitsu. Hiroto los mira serio y nos hace una señal para que entremos. Mizu, ya estará dentro. Se toma su trabajo de guardián muy en serio.

—Kaede, —Akimitsu posa su mano en mi hombro para llamarme antes de pasar al interior— ¿Puedes esperar un momento?

—Sí, dime.

—Creo que no te he dado las gracias. —Veo como baja la mirada avergonzado y vuelve a subirla para posar sus ojos sobre los míos—. Sé que fue mi padre quien te dijo que cuidaras de mí, pero aun así te lo agradezco.

—No tienes nada que agradecer —le digo con sinceridad—. Sí, es cierto que tu padre me lo pidió, pero eso solo motivó que te buscara al principio. Todo lo que ocurrió después lo hice porque así lo sentí.

Akimitsu me dedica otra sonrisa y yo siento una extraña sensación en el estómago. Últimamente, me pasa muy a menudo.

—Me has enseñado que, en otoño, la naturaleza practica el desapego y se desprende de lo que no es esencial —dice mientras me sostiene la mirada—. Y esa metamorfosis del mundo, nos cambia también a nosotros—. Avanza un poco para acercarse más a mí—. Contigo he aprendido que debemos soltar lo que ya no necesitamos, desprendernos de las formas de ser que ya no dan fruto—. Su mano se acerca a mi rostro y me acaricia el pelo—. Encontrar un lugar de calma interior y prepararnos para empezar de nuevo. Y yo os he encontrado a vosotros. Te he encontrado a ti.

Me quedo mirándolo embobada mientras siento que me arden las mejillas. Sé que su poder es el de la luz, pero la verdad es que todo en él resplandece de una manera muy especial.

—Vamos. —Coge mi mano de nuevo y me lleva con él al interior de la Sede—. Seguro que Hiroto nos estará esperando con el ceño fruncido.

Los dos avanzamos despacio hasta llegar a la puerta de la sala. Suelta mi mano y ambos sonreímos de manera cómplice. Y por primera vez desde que soy guardiana, me siento realmente preparada para empezar de nuevo. Para soltar todas mis hojas secas y liberarme de pesos innecesarios.

De alguna forma sé, que, con Akimitsu a mi lado, la luz del otoño siempre guiará mi camino.


FIN

Akimitsu. El Guardián del Otoño.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora