Cuenta la historia de Ludmila, quien está totalmente ajena al mundo del fútbol. O eso se pensaba hasta que conoce a Tomás: un ejecutivo e intenso hombre que pone la atención en ella; quien se niega a abrir las puertas al amor. Allí es donde escucha...
— ¿por qué no me dijiste que venías? —Enzo reprocha. Estábamos en el living, luego de aquella desafortunada escena.
—porque si te decía ya no iba a ser sorpresa amor.
—mamá, ya no tengo cinco años.
—pero siempre vas a ser mi bebé. Pensé que iba a llegar y a encontrarte solo, por eso pasé. No pienses que soy una desubicada...
—oh, Ludmila. Me llamo Ludmila. Y no hay problema, es un placer conocerla.
— ¡ay no, es un placer para mí conocer a la novia de mi hijo.
— ¡mamá! —le dice y me río porque parecía un niño de cinco años.
—bueno, bueno. Pero, ¿qué voy a pensar? Nunca trae a nadie porque es muy desconfiado. Tiene que ser alguien en quien confíe mucho.
—s-solo... estaba todo hecho un desastre así que la llame para que me ayude. Una mirada femenina me vino bien.
— ¿y qué fue lo que hizo cambiar de opinión a mi hijo el desordenado y cabeza dura? Para dar mis felicitaciones. —dice y río junto a ella mientras agarra sus cachetes.
—genial, ahora se unieron para molestarme.
—que exagerado es su hijo señora.
— ¡ay no, no, no! Podes decirme Marta.
—oh, bueno, bueno.
— ¿mamá para qué viniste? —dice y le doy un codazo porque estaba siendo malo. —quiero decir que es tarde, por eso.
—tu papá me espera para cenar, pero aún está en camino así que pasé por acá para dejarte unas cosas, pero veo que ahora ya no va a ser tan necesario que venga seguido porque estás en buenas manos.
Dice y sonríe. También lo hago mientras la miro porque me transmitía mucho amor.
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—no fue tan malo.
—es una pesada. Pero lo digo en el buen sentido. No hay una semana que no venga a traerme cosas. —habíamos venido a cenar a un lugar ya que se habia hecho de noche, luego del encuentro con su mamá, todo había quedado de maravilla. Ya estábamos terminando así que solo estábamos conversando antes de irnos.
—es una mamá, Enzo, todas hacen eso.
—ya sé, y no me quejo, simplemente digo que me gustaría que me deje independizarme un poco.
