Cuenta la historia de Ludmila, quien está totalmente ajena al mundo del fútbol. O eso se pensaba hasta que conoce a Tomás: un ejecutivo e intenso hombre que pone la atención en ella; quien se niega a abrir las puertas al amor. Allí es donde escucha...
Abro los ojos poco a poco ya que mi celular vibraba muy seguido. Lo agarro para ver la hora
— ¡¿tres de la tarde?! ¡no puede ser! —me siento rápido en la cama y abro aquellos mensajes que me estaban entrando.
Enzo:
"Ya está por empezar mi partido"
"Queres el autógrafo de Riquelme o no?
"Venía?"
"Venís*?"
"Te espero en la entrada"
Leo aquellos mensajes y recuerdo una a una las cosas que habían pasado anoche y lo que había salido de mi boca. Me llevo rápido las manos a mi cara tapándola de vergüenza.
— ¡ay, Ludmila! ¿qué hiciste?
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Enzo:
Miro mi celular una vez más pero no hay respuesta del otro lado, no llegaba.
— ¡Enzo, ya estamos! Tenemos que entrar. —me dicen así que miro un último segundo el celular pero decido entrar. Ludmila no llegaría.
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Ludmila.
Después de media hora de alistarme lo más rápido que pude, corro hasta la entrada del lugar que me había mandado hace unos días Enzo, doy la vuelta a la esquina y entonces lo veo en la a la puerta con la vista en su celular, caminando de un lado a otro. Llego a él finalmente, y me ataja entre sus brazos.
— ¿llegué para ver a Román? —trato de que mi respiración se normalice.
