Cuenta la historia de Ludmila, quien está totalmente ajena al mundo del fútbol. O eso se pensaba hasta que conoce a Tomás: un ejecutivo e intenso hombre que pone la atención en ella; quien se niega a abrir las puertas al amor. Allí es donde escucha...
— ¿por qué no me dijiste que te golpeaste la muñeca ayer?
—estabas muy ocupada en el hospital, Lud. Estos días que estuviste de reposo, entrenamos bastante, no te quería molestar.
—pero no hacia mucho, y me preocupé cuando las chicas me dijeron lo del golpe ya que fue fuerte, además no es ninguna molestia, Ju.
Le digo mientras caminamos hasta el campo, estaba vendada, y en unos días había un partido muy importante. Al llegar, vemos a Juana reunida con sus ayudantes, algo que era bastante extraño.
— ¿qué pasa?
—oh, ya llegaron. Súmense a la ronda que debemos hablar chicas. Dice y obedecemos así que comienza a hablar. —estamos discutiendo sobre el partido de la semana que viene donde debía presentarse Julia.
— ¡puedo hacerlo, Juana!
—hablamos con los médicos del club, además de tu muñeca, tu tobillo no está para ser arriesgado.
—no es nada, solamente infiltrenme, o algo... puedo, de verdad.
—no. Y esa es la decisión.
Julia se frustra y se va a sentar lejos. Sabía que me podría arrepentir de esto, pero tenía que hacerlo.
—uhm, Juana... se que soy novata recién y no estoy tan apta para los partidos aún, pero... ¿seré lo suficientemente buena como para reemplazar a Julia?
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—pero, ¿qué se te cruzó por la cabeza?
—sé que no soy lo suficientemente buena como Ju, pero debía retribuir aquello por ella y el club.
—pero, Lud. ¡es un clásico! ¿Justo ese partido?
— ¡lo sé! Pero, no te llame para que me retes, Enzo... necesito tu apoyo ahora porque ya estoy demasiado asustada. —lo escucho exhalar.
