𝟎𝟏. 𝐉𝐚𝐧𝐞 𝐃𝐨𝐞

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          La única forma que encontró Coralena para esconder sus llamativos ojos fue mintiendo

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          La única forma que encontró Coralena para esconder sus llamativos ojos fue mintiendo. A todo aquel que le preguntase le diría una mentira. Llevaba un siglo haciéndolo, se había vuelto experta en ello.

Seguramente si vives en Normandía, Francia, te la hayas cruzado. También puedo suponer que no te atreviste a decirle nada, no porque sea intimidante, que lo es, si no por el cierto respeto que suelen tener las personas hacia los incapacitados o con capacidades especiales. Y es que Coralena Beaufort tiene capacidades especiales, pero no las que todos creen.

Coralena no es ciega, o por lo menos no totalmente. Me explico; sus gafas de sol, esas que hacen de escudo entre sus ojos y los tuyos, no son más que un accesorio en su rostro. Y puede que engañe a todos los de su alrededor, a todos esos parisinos que toman el té a su lado, pero a mi no me engaña.

La castaña levanta la taza con delicadeza. Acerca la cerámica a sus labios y traga con paciencia el café que le han servido.

Coralena sabe que es una hipócrita, rodeada de personas que la miran con pena pensando que pasan desapercibidas a sus ojos. Y técnicamente es así, ya que estos son inútiles, perdieron la capacidad de ver hace años, sin embargo ella los ve tan nítidamente como se puede.

La vampira a aprendido a robarle los ojos a los de su alrededor. Y con esto me refiero que cualquiera en un gran radio de distancia se convertirá en su lazarillo con ella solo desearlo.

La mujer de gafas a tenido que aprender a sobrevivir de una manera a otra, aunque eso implique que otros no logren hacerlo.

El olor a granos de café, el ruido de pasos torpes y la voz juvenil de Simon le indico a la ciega de su acercamiento.

—Daria ¿Quieres la cuenta?

Normalmente para conversaciones cotidianas o que no llamasen mucho su interés la vampira no movía un solo dedo para poder visualizar a su acompañante y está vez no fue la excepción. Simon era un joven hombre de cabellos pelirrojos y muchas pecas, aquel que la atendía todas las tardes.

𝐁𝐄𝐇𝐈𝐍𝐃 𝐓𝐇𝐄 𝐋𝐄𝐍𝐒𝐄𝐒 | Edward CullenWhere stories live. Discover now