Capítulo 11

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No escucho nada, es como si tuviera los oídos tapados. Me siento tranquilo, soy más ligero que una pluma. Cuanta paz. Ahora entiendo a los adictos a la morfina, esta sensación de no sentir nada es fascinante. ¿Por qué no me inyectaron esto antes?

Pero algo me saca de este limbo de paz, me devuelve a la tierra y despierto de nuevo en una cama de hospital, boca abajo, con el brazo conectado y el dolor que recorre mi cuerpo. Me quejo, no quiero despertar, quiero seguir así unos momentos más.

Entonces veo cómo con su mano le niega el paso al líquido que tiene la sonda. Ella me explica todo lo que nos hemos perdido mientras estábamos en la tierra de las drogas. Al parecer se han dado cuenta de que si quieren que Katniss siga funcionando deben traer a Peeta de regreso y gracias a ello, Johana y Annie están incluidas. Pero es sumamente riesgoso, no saben si saldrán con vida. Así que una luz de esperanza se instala en mi pecho, de una u otra forma por fin encontraremos alivio. Ella no parece entender mi alegría:

—¿No lo ves, Katniss? Esto decidirá las cosas. De una manera o de otra. Para cuando termine el día, ellos estarán muertos o con nosotros. ¡Es mejor de lo que teníamos hace unos días!

Estoy algo alterado que no puedo evitar gritar lo último. En este caso prefiero ser positivo, es el mejor panorama que tengo desde que los secuestro el Capitolio. Aunque es doloroso e incluso cruel decirlo, ambos ya no tendríamos una carga encima...

De la nada Haymitch aparece abriendo la cortina de la habitación, tiene trabajo para nosotros, ¿o más bien distracción? Quiero nuevas propos, así que nos vestimos con ropa normal para ir a grabar. Ahora tenemos que grabar algo sumamente contundente, lo suficiente como para darles unos minutos de ayuda al equipo de rescate.

Es muy temprano aún, porque el cielo apenas va tiñéndose de color rosado para pasar al azul, ponen todo un set, con luces y micrófonos, más preparados que antes. Katniss es la primera en ser entrevistada, y relata la historia de cómo Peeta le dio una rebanada de pan cuando más lo necesitaba, después de la muerte de su padre. Es como si fuera muy difícil para ella contarlo, no se abre casi a nadie. Lucha por dejar sus defensas abajo, pero se sigue viendo incómoda y perdida. Deja a un lado la historia del pan para decir una confidencia de Snow, la fragilidad del sistema, y como el Capitolio es nada sin los distritos. Todos la felicitan.

Entonces ahora es mi turno. Durante la entrevista de ella la pregunta ¿qué voy a decir?, rondó mi cabeza. Al principio había pensando en contar la muerte de mi familia pero Plutchard viene hacia mi, a disuadirme para que habla de cosas. Haymitch viene en mi defensa:

—No lo puedes obligar a contar algo así —dice frustrado— por más que ayude a la causa, ¿sabes lo difícil que es vivirlo? ¿Sobre todo contarlo?

—No importa que sea difícil, ¡también es difícil ir al Capitolio para salvarlos! Puede que sea duro pero es necesario... —Plutchard se altera por un momento. No tiene sentido oponerme. Quiero ayudar, me repito, pero no puedo evitar que mis manos comiencen a sudar, puede que vomite.

Me muevo lentamente hacia la cámara y cuando estoy frente a ella doy un par de inhalaciones para calmarme.

—No tienes que hacer esto —me dice Haymitch tomándome del hombro.

—Sí, tengo que hacerlo. Si eso va a ayudarlos lo haré —me limpio el sudor de las manos miro a la cámara y digo:— Estoy listo.

No tengo idea de cómo comenzar, así que si más lo suelto. Es la verdad.

—El presidente Snow solía... solía vender mi cuerpo. —trago saliva y siento como el labio me tiembla— Yo no fui el único. Si un vencedor es considerado deseable, el presidente lo ofrece como una recompensa o permite que las personas puedan comprarlos por una cantidad exorbitante de dinero. Si te niegas, mata a alguien a quien amas. Entonces lo haces...

Fortuito • Finnick Odair Kde žijí příběhy. Začni objevovat