Capítulo 28

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El tren va viajando a gran velocidad, casi no puedo distínguir el paisaje atravez de las ventanas, no falta mucho para que lleguemos al distrito cuatro. Volteo al lado y veo a Katniss recostada contra la ventana, durmiendo, Buttercup esta acurrucado en sus piernas. Se ve tranquila, mucho más de lo que imaginé. Acomodo bien la frazada, dentro del tren está fresco pero ella está tan delgada que tiene frío.

Tendrá tiempo para recuperarse, pienso.

Nos costó más días de lo planeado poder salir, había muchas cosas por resolver. La primera era que haríamos con todas sus cosas, que se llevaría, que no. Fue muy difícil empacar la ropa de Prim, Katniss lloró al encontrar un viejo vestido de bebé, al final decidió quedárselo junto con una vieja bufanda de su hermana. No tiene nada de malo guardar cosas que nos recuerden a ellos.

Haymitch decidió quedarse, dijo que no quería tener que llegar a limpiar o arreglar cualquier cosa, que cuando tuviéramos el lugar decente, lo invitáramos.

Una mañana muy temprano nos despedimos de Peeta, su epitafio ahora estaba junto al de su padre, Katniss me dijo que así lo hubiera querido él. Nos despedimos en silencio, creo que todos teníamos cosas privadas que decirle, no lo habíamos cuidado de la mejor manera, así que las palabras no podían salir con facilidad, solo apenas un perdón. Aunque si le prometí que cuidaría bien de Katniss, porque se que él verdadero Peeta no querría que ella estuviera sola, él era el más bueno de todos.

—¿Ya casi llegamos? —me pregunta Katniss un poco somnolienta.

—Sí —le respondo.

Pareciera como si mis palabras fueran mágicas porque el paisaje cambia en pocos minutos, dejando ver la vegetación más verde y el cielo se vuelve más azul, y a lo lejos parece comenzar a conectarse con la tierra en otro diferente tono.

En cuanto bajamos del tren siento de golpe el calor, pero la humedad hace que las cicatrices de mi piel dejen de picar, las calma.

—¿Se siente bien, no es así? —pregunto. Ella sonríe.

—También lo sentiste, ¿verdad? Ya no pican —dice.

—Debe ser por la humedad, dejan de estar tan secas.

Le doy la mano y ella la acepta.

Caminamos por el distrito 4 con calma, porque Katniss mira cualquier cosa diferente que no conoce, como la tierra amarilla que para su sorpresa es muy fértil, las colinas que se ven a lo lejos que son de tierra roja. Las palmeras que están comenzando a llenarse de cocos de nuevo. Las casas que no tienen pintura y están manchadas por el salitre y las zonas más pobres con techos de palma.

Éramos un distrito grande, pero ahora solo quedamos unos pocos que se dedican a hacer sus cosas, sin molestar o mirar a nadie, debe ser lo mismo en todos lados. Parece que aquí tampoco ha llegado la ayuda para reconstruir, así que ellos solos han comenzado a levantar sus casas aún bajo el fuerte sol. Algunos ya están intentando vender cosas, comerciar, un señor mayor ha colocado en una mesa el pescado fresco que ha traído, tiene la piel muy bronceada debe llevar toda la vida bajo el sol, eso es lo que admiro de mi distrito, siempre encontrábamos la manera de poder subsistir.

El camino a la aldea de los vencedores es largo y cansado, porque queda en una de las partes altas del distrito, donde comienzan a nacer las rocas y se acaba la playa, quedando en una quebrada desde donde el atardecer se ve espectacular.

Antes de que pueda ver el mar desde el acantilado le tapo los ojos.

—¿Qué es lo qué haces? —dice riendo.

—Espera —digo sonriendo igual—. Es que quiero recordar tu cara cuando lo veas por primera vez.

—¿Tanto te interesa? —pregunta curiosa.

Fortuito • Finnick Odair Where stories live. Discover now