Tercera Parte

509 42 8
                                    

MUERTE Y ESPERANZA

CAPÍTULO 22

Cuando intento respirar me doy cuenta de que mi cara está dentro del agua. Con un jadeo la levantó en busca de aire, como si fuera un pez. Estoy en un charco de agua sucia. Como puedo me levanto pero miles de espasmos llegan a mi cuerpo así que me arrastro hasta la orilla, dejándome caer en el concreto.

No se cuanto tiempo pasa pero logro incorporarme, me palpo para comprender si es que en verdad estoy vivo. Lo estoy, al parecer, de milagro. Mi boca está ensangrentada, pero es la sangre que cae de mi nariz. Tengo una mordida en el tobillo y el hombro.
Al fondo aún está el fuego que consumió a los mutos junto con los escombros de lo que antes era el túnel, ya no podré pasar por ahí.

Mi mente lucha por mantenerse consciente pero todo lo que siente mi cuerpo me arrastra a derrumbarme por lo agotado que estoy. Tiritan mis dientes, no puedo calentarme con la ropa mojada. Al final el cansancio o mis golpes ganan porque pierdo la conciencia por cierto tiempo.

Cuando vuelvo en mi, me doy cuenta de que tengo que salir de aquí, si es que aún quiero llegar a la mansión de Snow primero debo buscar un lugar donde recuperarme. Ojalá hayan logrado escapar, deseo con todas mi ser que ella esté a salvo.

Abro mi mono de la parte del pecho y saco el mapa mojado. Fue una buena idea traerlo. Lo extiendo en el piso con la esperanza de que no se rompa y se seque. Como puedo me las ingenio para recordar donde estábamos, intento recordar cuántas intersecciones avanzamos y me doy cuenta de que estoy más cerca del círculo de la ciudad.

Tengo que salir de aquí, no puedo correr el riesgo de que me atrapen, pero la pregunta es donde. Vuelvo a observar el mapa y recorro cada calle junto con sus nombres, buscando algún lugar que recuerde y me pueda servir. Tengo dos opciones, arriesgarme e ir directo a la mansión o encontrar un lugar para reponer fuerzas.

Me espero un poco hasta que el papel parece estar más seco, lo sostengo en mi mano y en la otra sostengo la daga con fuerza, no tengo idea de que encontrare más adelante.

Sigo mi camino casi a ciegas, recorro dos bloques más en busca de la escalera que me llevará a la superficie, cuando estoy frente a ella me detengo para poder buscar la Jaula de Noche que está en mi bolsillo y ponerla en mi boca. Si un grupo de agentes de la Paz me está esperando solo será cuestión de tragarla.

Destapo la compuerta y asomo con sigilo mi cabeza, no hay nada más que una estación vacía y oscura por donde pasan los trenes de carga. Vuelvo a cerrarla, veo el mapa en busca de cámaras de seguridad pero no encuentro nada. Si salgo de aquí debo hacerlo rápido.

Lo hago, pongo cuidado en cada paso que doy, aún pueden existir vainas. Cuando veo las escaleras para subir yo acelero mis pasos, entonces veo el cielo oscuro de inverno. Estoy de nuevo en la superficie, un largo suspiro de alivio sale de mi pecho, contengo las lágrimas que quieren salir. Saco la píldora de mi boca y la vuelvo a poner en mi bolsillo.

En cada pared hay miles de imágenes nuestras, dando aviso de lo peligrosos que somos y que deben denunciarnos en cuanto nos vean. Pero ahora es de madrugada, no hay ni un alma en estas calles. Mis ojos buscan desesperados donde poder ir, pero todo parece estar habitado por personas. Camino unas calles más cuando reconozco un poco el lugar y una esperanza se enciende en mi. Sí, tal vez puedo ir ahí, tal vez ella sigue viva y me ayudará. Ella también tiene sed de venganza.

Corro por las calles, procurando ir por las partes menos iluminadas, hasta dar con el escaparate de su tienda. Toco con desesperación mientras el cuchillo está escondido en mi espalda y el tiempo se me hace eterno, hasta que abre y la veo. Más delgada, más grande y más marchita pero con la piel anormalmente estirada, con rayas que simulan la piel de un tigre, tal vez lo escogió por su nombre.

Fortuito • Finnick Odair Où les histoires vivent. Découvrez maintenant