Capítulo 26

517 45 16
                                    

Por las ventanas de la mansión aún se ve cómo cae la nieve, el invierno aún no se ha ido. Todo el país es un caos, y eso se nota en todas las casas del Capitolio porque están frías, ahora sienten lo que es un invierno sin calor.

La mayoría de los distritos aún siguen sin saber qué hacer, sin alguien que los mande han perdido el sentido, no saben que hacer con su libertad. Dentro de todo este desorden la comandante Paylor, ha sido elegida como presidenta de emergencia, así qué hay esperanza en que ella pronto comience a organizar las cosas. El juicio de Katniss lleva varios días, lo están haciendo al estilo de los romanos, es algo muy antiguo, pero no hay otra manera en que basarse, hace tantos años que no existen este tipo de cosas.

La gente de Coin al principio quería mostrarme como cómplice de Katniss, pero demostraron que yo no sabía nada. Así que me dejaron en paz, una de las ventajas de ser etiquetado como mentalmente inestable, la mala noticia: me tengo que mantener alejado del juicio.

Plutchard siempre me repite que ellos se están encargando de todo, pero aún así sigo buscando la forma de ayudar (o estorbar dijera Haymitch). No lo puedo evitar... El sonido de pisadas hace que salga de mis pensamientos.

La puerta del despacho se abre y él entra en su traje gris, con una pequeña insignia en el pecho. Luce igual, tal vez un poco más cansado. No muestra ninguna expresión y sin preguntar se sienta esperando a que empiece a hablar.

—Supe que estuviste en el dos —le digo.

Él asiente. —Solo vine por el juicio.

—Te fue bien, ser la mano derecha de Coin rindió sus frutos —le digo señalando la insignia.

—Supongo que sí.

Había querido hablar con él hace mucho, pero siempre encontraba una excusa, ser una persona de alto rango te mantiene ocupado. Lo suficiente como para olvidarte de quien fue tu amiga.

—¿Qué es lo que quieres? Nosotros nunca hemos tenido de que hablar —dice poniéndose a la defensiva.

—¿Fue tu bomba verdad? —suelto la pregunto. Él agacha la cabeza, supongo que incómodo.

—No estoy seguro —responde.

—Tú la diseñaste, querías hacer daño de esa forma y...

—¡Pero no quise dañar a Prim! —estalla y puedo ver un poco de dolor en sus ojos.

—¡¿Pero si querías matar a esos niños?! —no puedo contenerme—. ¡No importa que fueran del Capitolio, ellos eran...!

—¡Yo no tenía control sobre eso! —dice golpeando la mesa—. Solo la hice, yo no tenía que preguntar con quien la utilizarían. Así son las cosas en la guerra, no puedo evitar el daño colateral...

—¿Eso es Prim ahora? ¿Y Annie? ¡¿A eso has reducido sus vidas?! —el coraje se escucha en mi voz.

—¿Por qué haces todo esto? —me pregunta confundido— ¿De verdad la quieres?

—Sí —respondo sin titubear y mi sinceridad lo impresiona. Asiente con la cabeza pensando en mi pequeña respuesta.

—Siempre lo sospeché, veía como la mirabas —explica abatido—. Debería de buscar a Peeta para decirle que ya somos solo él y yo.

Mis dedos juegan con el borde la madera, nervioso.

—Peeta murió —suelto con un nudo en la garganta.

Gale se lleva las manos a la cara. Se queda un buen tiempo así.

Tenía días que no podía moverme de la mansión. No me dejaban salir para nada, así que la noche en que me dejaron ir a ver a Peeta supe que era una excepción extrema. La madre de Katniss había peleado por ese permiso, y cuando llegue al hospital me explico lo grave de la situación; así que los dos nos juntamos al rededor de la cama de Peeta, ella le dio las gracias por el pan que una vez salvo a sus hijas, por cuidar de Katniss en la arena. Cuando fue mi turno de hablar no supe que decir, solo sostuve su mano con fuerza mientras pensaba que le había fallado de nuevo.

Fortuito • Finnick Odair Where stories live. Discover now