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La tarde era cálida y el sol ya estaba por ocultarse, pero a Lee Hyein no le importaba el clima o el tiempo en ese momento. Ignoró la ligera corriente de aire que despeinó su cabello y observó el atardecer. Después de unos segundos, posó su mirada sobre la lápida que estaba frente a ella.

— Hola, Oppa. —susurró la jovencita, acercándose un poco más a la lápida— Ha pasado un tiempo, perdón por no haberte visitado.

La jovencita aclaró su garganta y se sentó en el pasto.

— Vine hoy aquí porque... extraño hablar contigo. —confesó la chica, con una melancólica sonrisa en el rostro— Las cosas van bien para mí, mis calificaciones han mejorado y el equipo sigue consiguiendo victorias. Sé que te hubiera alegrado saberlo y hubieras dicho algo como: "Siempre supe que lo lograrías Hyein, sigue esforzándote y llegarás muy lejos."

Hyein rió al recordar aquello, luego hizo una pausa para reflexionar sus siguientes palabras.

— Debes estar preocupado por Haerin... ella, pues... está pasando por un momento complicado y a veces luce un poco perdida, intento entenderla pero... es difícil, Oppa, muy difícil. —volvió a hacer una pausa al sentir que sus ojos se empezaban a llenar de lágrimas— Ella te extraña mucho. Dejaste un vacío muy grande en su vida y, a veces, siente que es su culpa que ya no estés, aunque claramente no es así.

Tuvo que respirar hondo para continuar hablando.

— La primera vez que me acerqué a ella fue poco después del accidente y lo hice porque... porque quería tener cerca una pequeña parte de ti. Lo sé, sé que hacer eso fue muy patético.—admitió avergonzada, limpiando una lágrima— Pero ya no es así, ella me importa mucho. Es una chica increíble, muy inteligente y talentosa, tal y como me contaste.

Una nueva ráfaga de viento, más fuerte que la anterior, le provocó un escalofrío. Miró a su alrededor, dándose cuenta que era la única que aún se encontraba ahí. No le sorprendió, era tarde y seguro el lugar estaba por cerrar.

Tenía que darse prisa.

— Sé que Haerin está sufriendo, puedo verlo y me siento impotente, porque no sé qué hacer para ayudar, no sé qué hacer para romper esa barrera tan grande que ha impuesto entre nosotras. —explicó frustrada— Si tan solo estuvieras aquí... todo sería más fácil. Te extraño, no tienes idea de cuánto me gustaría verte de nuevo, pero me tocó quedarme aquí, lejos de ti. Fue duro, pero ya pude aceptar que así lo quiso el destino y también comprendí que... debo seguir adelante.

Hyein se levantó, sacudió su ropa y miró con esperanza la tumba frente a ella, antes de pronunciar las siguientes palabras:

— Te quiero, Oppa... solo espero que seas feliz donde sea que estés. —la jovencita retrocedió un par de pasos, no estaba segura de cuándo volvería a este lugar, mas sentía que ya se había quitado un enorme peso de encima— Prometo que cuidaré de Haerin lo mejor que pueda, confía en mí.

Mucho más tarde, en algún lado de la ciudad...

Todos permanecieron en silencio. El taxi en el que iban ella y su padre circulaba a ochenta kilómetros por hora. Aunque, si dependiera de Haerin, pisaría el acelerador y se saltaría todos los semáforos en rojo para llegar a su casa más rápido, sin importarle lo más mínimo el peligro.

La radio sonaba, se trataba de una canción llena de tristeza y melancolía sobre extrañar mucho a alguien, ya iban escuchando tres canciones similares desde que se subieron. Otra prueba más de que la suerte no estaba de su lado.

— ¿Puede cambiar de emisora? —preguntó el hombre, asomándose un poco al asiento del conductor.

— ¿Disculpe?

time.   [daerin] auWhere stories live. Discover now